Industria nacional – Lucía Puenzo

A los 36 años, con cinco novelas escritas, estrenó Wakolda, su tercera película. Cómo es su transcurrir entre la literatura y el cine, el clan familiar, sus rutinas creativas y el lugar que elige como el mejor del mundo: su casa. 

Fotos: Jazmín Arellano

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Si le dan a elegir entre ponerse un vestido de noche, calzarse zapatos de taco alto y caminar su linda figura por la alfombra roja del algún festival del mundo, o quedarse en su casa del barrio de Colegiales escribiendo en su computadora, Lucía elige lo segundo. Sí, sin dudarlo. “La verdad es que a mí no me gusta tanto el mundo de los festivales”, reconoce la escritora que, a pesar de decir una y otra vez que le gusta más escribir que filmar, no escapó al destino de ser cineasta. Destino que para ella podría ser una cuestión casi genética: hija de Luis Puenzo, criada en una familia donde todos de alguna forma están relacionados con el cine, sus cuatro hermanos varones forman parte también de la productora, en cada proyecto el apellido Puenzo figura en varias de las líneas de los créditos. Lucía arrancó escribiendo y terminó dirigiendo. Como escritora tiene cinco novelas, publicadas por Planeta, y traducidas a varios idiomas. En 2010  la revista británica Granta la seleccionó como una de las veintidós mejores escritoras en castellano menores de 35 años. “Cuando no estoy filmando o editando, en general, siempre estoy con un cuento o una novela, escribo todos los días desde que me levanto hasta el mediodía, hasta que me canso. Si estoy embalada escribo también a la tarde, a la noche”, revela sobre su rutina de escritora.

Como directora de cine, tiene en su haber tres largometrajes, XXY, con el que cosechó más de veinte premios, El niño pez, y el último, Wakolda, que se estrenó en Cannes, en la sección “Un cierta mirada” del festival francés y pasó por el Festival de San Sebastián.

En Walkolda,  rodada en Bariloche, se relata la relación entre el nazi Josef Mengele y una niña y su familia. El médico de Auschwitz, camouflado con otra identidad, toma a esta familia para seguir experimentando en humanos. Natalia Oreiro, Diego Peretti, Florencia Bado, en el papel de la nena y el actor catalán-alemán Alex Brendemühl son los protagonistas de esta película que la vuelve a poner en el lugar de directora. 

 –¿Cómo fue el proceso que te llevo a meterte con un personaje como Mengele?

-Primero escribí la novela, un año y pico antes de escribir el guión. Y la novela empezó, en general, cómo yo empiezo las novelas, no por tema: el nazismo, Mengele, sino por ese cuento de esa familia que en el ‘60 en la ruta del desierto conoce a un alemán que ni siquiera en el principio de la novela era Mengele. Era un alemán que tenía una identidad falsa, con la identificación por esa nenita que tenía un problema de crecimiento. Y que, en realidad, estaba ligada con cuestiones cercanas mías de otro tipo, en las que yo estaba en contacto cuestiones de la ética en la medicina que pueden ser delicadas.

¿Te atrapó el tema del lado oscuro de la medicina?

-Yo empecé a escribir más por la fascinación que tenía el nazismo con cuestiones éticas, de la omnipotencia absoluta que creían que podían modelar genéticamente una nación entera, de creerse dioses y cómo se transformaron en asesinos, que no es algo menor. El nazismo tenía en el corazón a los médicos y a esa idea potente de moldear. Y eso fue lo que me gatilló, más que el nazismo, más que los nazis en la Patagonia. Mi entrada fue más por ese lado. Muchas veces me pasa con las cosas que escribo que está muy camouflado el motivo por donde entré.

¿Crees que en la actualidad en muchas cosas de la medicina se ve ese lado oscuro que planteas en la película?

– Sí, existen ésos cruce de los umbrales de la medicina, que es el gran invento de estos tiempos modernos, que es lo más luminoso y sanador, pero que hay también puede tener una contra cara oscura y de ciertas cuestiones médicas cuestionables.

Hace un tiempo dijiste que nunca más ibas a adaptar un libro para guión. ¿Qué pasó?

-No cumplo con mi palabra, que puedo decir. Jamás escribo una novela como guión, estaba trabajando en otro guión, que ahora va a venir a filmar un director español que era el que yo quería filmar: “El faro de las orcas”. En un momento me di cuenta de que no era lo que quería filmar y Wakolda estaba rondando en mi cabeza, yo quería probar cómo sería adaptarla al cine.

¿Qué pesa más la escritora o la cineasta?

-Yo empecé a estudiar letras, empecé a escribir y publicar desde los 22 años. Estudiaba letras y cine y era guionista de otros directores, no me interesaba lo más mínimo dirigir. La verdad que me encanta escribir y todavía hoy disfruto mucho más escribir que filmar. Exceptuando el rodaje.

¿Y cómo es tu rutina de escritura?

– Yo no puedo escribir literatura todo el día porque no llego. Escribo poquito por día, una dos o tres páginas pero en general lo que escribo no lo tocó mucho más. Es bien diferente el proceso del cine al de la literatura, cuando escribo literatura tal vez estoy ocho horas con una página, pero esa página casi no la escribo queda así, y en cine tal vez hay diecisiete versiones que cambiaron.

¿Qué tanto tuvo que ver tu papá para que te vuelques a la dirección?

– Mi viejo siempre fue muy respetuoso de lo que fuera lo que todos sus hijos querían hacer. Sí, lo que pasó es que hice un corto “Los invisibles” y me divirtió hacerlo. Me dije: “Mmm.. me parece que si querría dirigir”. Y después salió una beca para irme a París a la Fundación del Festival de Cannes a escribir seis meses, yo ahí escribí La maldición de Jacinta Pichimahuida  y XXY, y la condición para hacer esa beca era que el guión que escribías lo tenías que dirigir.

Quedaste atrapada por la literatura, no fue por la condición familiar, entonces…

-Sí, la condición de esa beca era eso. Y entonces dirigí XXY y la verdad que el rodaje de esa películas todavía hoy nos lo acordamos, todo el equipo y me di cuenta que quería seguir haciéndolo.

Ya van dos veces que mencionás lo bueno del rodaje. ¿Es la mejor parte de hacer una película?

-A mí me parece que el cine vale la pena por esas seis semanas de rodaje. Yo me divierto mucho en el rodaje, me gusta filmar y me gusta mucho la sala de edición, me gusta editar. Editar es lo más parecido a escribir, creo que es donde más se parece el cine y la literatura. Porque en las escritura estás con palabras o frases en la edición estás con escenas o tomas, pero es donde de nuevo es parecido.

Pero seguís prefiriendo la literatura…

-Yo creo que la literatura es un mundo todavía mejor, yo creo que el cine tiene esta cosa que es todo planificación, que salvo las semanas de rodaje donde te dejan jugar un rato un par de semanas y en la edición donde te dejan volver a jugar, que es donde vale todo, es mucho remarla para armar la película. Yo soy productora también de mis películas, así que estuve un año y medio de trabajo duro.

¿Qué tan duro? ¿Cómo está la situación del cine nacional?

-Por un lado, en Argentina nosotros tenemos mucha suerte de tener un cine subsidiado, el nuevo cine argentino no nace de un repollo. No es casual, nace porque una generación de tipos, como la de mi viejo, se remangaron e hicieron una ley de cine muy buena que permite que toda la nueva generación filme. Yo creo que por suerte muchos directores jóvenes se dan cuenta de que eso es así y de que están filmando por eso. Para  los europeos está más difícil que hacer cine acá. Después hay otro fenómeno raro, y es que las coproducciones están empezando a hacerse más latinoamericanas. Hay películas argentinas que se están haciendo con México, Venezuela, Brasil. Wakolda fue como un año y medio de meter a bordo los que entraron.

Te la pusiste al hombro…

-Mucho, muchísimo. Mucho esfuerzo hasta que la pudimos hacer.

Formás parte de la PCI (Asociación Proyecto de Cine Independiente), ¿en qué están trabajando desde ese lugar?

-Sí, somos sesenta directores de mi generación que estamos trabajando muy activamente respecto a la distribución, porque creo que así como hablábamos de que hay una ley de cine que hace que no sea tan difícil poder llegar a filmar una película, lo que está más frágil es la distribución. Si las películas no cumplen la media cuando llegan a las salas te la barren, es cruel porque son dos o tres años de la vida que te barren en tres semanas. Y realmente cada película encuentra a su público y necesita un tiempo, y el cine argentino necesita un tiempo para que el público llegue a verlo.

¿Como directora cómo sos?

– Habría que preguntarle a los demás. Yo tengo casi siempre el mismo equipo, nos conocemos mucho, somos muy amigos, somos una banda. Y yo a esas pocas personas de mi confianza las escucho mucho, leen todas las versiones del guión. Por sobre todo, a mí me gusta que los rodajes tengan buen clima, yo creo que se puede trabajar bien, sin gritos sin disciplina militar. A mí la cosa del cine más militarista no me gusta.

¿Y cómo te llegan las críticas?

-Trato de no dedicarle muchísimo tiempo a todo lo que todo el mundo opine, más que nada porque creo que no podría seguir haciendo cosas si fuera así. Lo digo por lo bueno y por lo malo. Tengo mis lectores de confianza, a los que si me importa su opinión y los escucho. Son pocas voces a las que escucho, sino para mí sería muy paralizante, si estoy escucho y leo todo.

No estar pendiente…

-Hago un esfuerzo por no leer tanto. Por concentrarme en lo nuevo que estoy haciendo, no engancharme en eso.

Un lugar en el mundo. Lucía tiene 36 años, vive en el barrio de Colegiales, en una casa antigua que junto con su pareja desde hace 12 años, Sergio Bizzio, recicló para convertirla en su lugar. Allí trabaja, cocina, “te cocino lo que quierás”, arriesga, se ocupa del jardín y la huerta y escucha música. “En mi casa siempre hay música porque Sergio tiene una banda de rock, y su hijo Blas también tiene una banda buenísima, tienen quince años. Es un caos, siempre hay diez adolescentes tocando la batería y la guitarra”, advierte.

En este momento retomó la escritura de la novela  Los invisibles, terminó de escribir un guión sobre Tina Modotti, “es una fotógrafa alemana que vivió en México, y el año que viene la filmamos en ese país” y está con otro proyecto que hará junto con Sergio, “nos contrataron los productores brasileños para filmar en Colombia en Antioquia, así que la filmamos el año próximo”, acota. Muchos proyectos para una chica que ya no se avergüenza cuando su padre habla bien de ella, “ahora cuando papá habla de nosotros, nos da ternura”, reconoce.

Ustedes Los Puenzo son un clan. Trabajan juntos, crean juntos, ¿hay espacio para hablar de otros temas cuando se reúnen?

-Hablamos solamente de otros temas, no aguantamos más del cine. Y como  buenos tanos cuando nos peleamos es a los gritos, pero también nos reímos a los gritos.

Sos la única mujer entre cuatro varones, supongo que vos serías más la mimada…

-No, yo era muy varonera, a mi me encantaba estar en ese mundo de hermanos varones, y siempre viajando. El rodaje está asociado de mucha diversión para nosotros. Nosotros éramos muy chiquitos, cuando se filmó “La historia oficial”, y se filmó dentro de mi casa. Era obviamente el mejor programa del mundo no nos queríamos ir al colegio. Después con todas las películas que filmó mi papá, viajamos siempre a donde él estaba, vivimos en México casi un año, siempre nos llevó. Era muy divertido, éramos una banda y está muy bueno que todos eran varones.

¿Viajaste mucho?

– Muchísimo, me gusta viajar, desde la adolescencia que viajo sin parar.Yo viaje de mochilera muchas veces. Terminé quinto año y me fui a viajar por todo Latinoamérica, por México, Cuba, estudié en Cuba, Bolivia, Perú, de mochila y meses, viajes de tres meses. A mí me gusta llegar a un lugar y quedarme un tiempo.

¿Y de todo lo que conociste cuál elegís como lugar en el mundo?

-Mi casa sin duda. Me gusta estar en mi casa y escribir. Me gusta estar con mis amigos, con Sergio, mi pareja, en la librería a la que vamos siempre Mansalva que es nuestro club, me gusta eso. Tengo un jardincito me gusta plantar cosas, también tenemos una huerta. Me gusta mi casa, me gusta quedarme en ella.

4 comentarios en “Industria nacional – Lucía Puenzo

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