“Todos somos artistas”
Entre las disputas con el técnico de su club San Lorenzo, estrenó su primera película rodada en Argentina. Cómo vive las dos pasiones en su vida: la actuación y el fútbol; su negativa a hacer planes a largo plazo y el fuerte vínculo que vive con este país donde vivió su infancia. “Soy un observador”, se define.
Por Susana Parejas Fotos: Gustavo Correa
“¿Era lo que pensabas que ibas a ver?”, arroja Viggo curioso y expectante. El interés de la pregunta tiene que con ver con su primera película rodada en Argentina. Su presencia y su mirada amable imponen la calma. Calma zen. Incluso el tono de su voz se ve muy lejano al de un grito de gol de su amado club San Lorenzo de Almagro. Habla en un perfecto español, teñido por sonidos que denotan su residencia desde hace varios años en Madrid. “Es lo que pasa me joden el idioma los españoles, dos o tres días ya estoy bien de nuevo. Me corrompen, pero cuando vuelvo de acá me dicen, ‘¿qué te pasa qué hablás así?’, reconoce. En sus manos mantiene todo el tiempo un cuadernito con tapas de cartón y un elástico negro, se pueden ver anotaciones en letra manuscrita. Podría suponerse que guarda allí algunos de los poemas que suele escribir, pero no. “Son mis notas de grabación de la película, es como un diario de rodaje, lo tengo por si se me olvida algo”, explica el actor que en esta oportunidad se mete en la piel de dos hermanos gemelos, Pedro y Agustín, que se reencuentran luego de muchos años. Lo hace en “Todos tenemos un plan”, ópera prima de la argentina Ana Piterbag. El Tigre profundo, poblado de grises y paisajes desolados, el que no tiene nada que ver con lo que ven los turistas, es el marco perfecto para entretejer la trama de este policial negro. Y es el Delta el que también trajo recuerdos de su infancia, aquella que vivió en este país hasta los 11 años en que volvió con su madre recién separada y sus dos hermanos a su ciudad natal Manhattan, en Nueva York. A sus 53 años, Viggo cumplió el sueño de rodar en Argentina, “hace años que quería hacerlo”, confirma.
-El título de la película es “Todos tenemos un plan”. ¿Cuál es el tuyo?
-No tengo uno fijo, tengo el plan de hoy, el de mañana, el plan de los próximos seis meses más o menos de trabajo. Trato de planear los viajes y las cosas de familia, pero siempre sale un poco distinto. Yo creo que los planes no son muy diferentes a los sueños, son como sueños con otra voluntad, sueños concientes. La gente piensa que un plan funciona o fracasa, o no llega a ser nada, pero no es así, los planes cambian porque nosotros cambiamos, las circunstancias cambian.
-No te gusta planear mucho, entonces….
-No, porque no sirve para nada, cambian las circunstancias, cambia tu deseo. Como dice una poetisa rusa, Anna Ajmátova, que escribió algo bonito. Ella estaba hablando de ese deseo del rencor que llevás años dentro, pensando que esa persona me hizo algo, me dio vergüenza, me castigó, me insultó, algo terrible que pasó en tu vida, todos tenemos momentos en que pensamos “tendría que haberle dicho esto”. Y ella dijo una cosa que levanté, entre las muchas cosas que iba juntando cuando estaba preparando este papel, dijo: “La justicia que triunfa después de tantos años no es la justicia a la que aspiraba tu corazón antes y tampoco tu corazón es el mismo”. De repente te das cuenta que ya no te importa, que ya no estás enojado… Se está muriendo de cáncer, cómo voy a estar enojado con él, o murió, o la situación cambió, esta cosa que tanto quería tener yo ya no me importa.
-Alguna vez dijiste, como el personaje de Sofía Gala, que habías descubierto que querías hacer el bien, ¿seguís pensando eso?
-Me gusta esa filosofía, tener eso como un plan general de hacer el bien sin mirar a quién me parece lindo. Es bonito.
-¿Cuándo es el primer recuerdo de que querías ser actor?
-Comparado con otros actores bastante tarde, a los 21 o 22. A los 20 empecé a ver películas, teatro y a preguntarme cómo se hacía. Porque cualquiera va al cine y le gusta o no la película, pero no pensás si yo tuviera que hacer eso cómo lo haría. Y era por curiosidad, eso.
-Hoy te definen como un artista multifacético: actor, te gusta la música, componés, escribís poemas, pintas…
-Todo es lo mismo, mirar cosas, observar, interpretar o reinterpretar lo que viste.
-¿Y si tuvieras que definirte entre todo qué dirías que sos?
-Soy un observador. Un artista. Pero creo que todas las personas son artistas. Vos vas caminando por la calle y escuchás algo que dice una persona y ya te imaginás algo de la vida de esta persona. Entonces, alguien está hablando por teléfono en la cola del banco y dice: “No mamá que no se va a caer” y cuelga. Y vos ya inventaste toda un historia, a quién le habla, quién o qué se va a caer. Ya es una actividad artística la manera de prestar atención. Para sobrevivir en el mundo tenemos que interpretar nuestro sentido de qué es lo que pasa y a veces es importante saber. La gente puede separar a los artistas y los que cree que no lo son, pero todos somos artistas. Es algo que hacemos todo el rato, interpretamos señales que nos dan y demás situaciones, imaginando consecuencias. Es una forma de meterte, de vincularte con el medio ambiente, con lo que te rodea.
-A esta altura, ¿te pesa ser famoso?
-Lo que me dificulta a veces es el trabajo de observar, tener que pensar: “Ahora me voy a tener que mover de este sitio, ya me vieron”. Pero eso, últimamente, no ocurre tanto porque no estoy haciendo una película tras otra en Estados Unidos. Por ejemplo, si voy a Japón, no tanto, cuando fui a Rusia para preparar el papel de “Promesas del Este”, nadie me reconocía y estuve un par de semanas y fue más fácil hacer lo que quería hacer. Pero en Argentina es otra cosa, si vengo acá la gente me conoce por la calle.
– Naciste en los Estados Unidos y tenés sangre norteamericana, danesa y noruega. Te criaste entre Venezuela y aquí. ¿Por qué es tan fuerte tu vínculo con Argentina?
-Es por el vínculo con el pasado, pasé mi infancia aquí. La primera década de tu vida es muy importante, te marca.
Viggo – Guido. Sí, a Viggo su infancia en Argentina se le pegó en el alma. El cóctel de ciudades, nacionalidades y demás podría haber hecho olvidar su paso por estos lugares, pero esa niñez lo marcó tanto que la gran pasión en su vida es San Lorenzo. Sólo basta tocar el tema de su equipo en la charla, los ojos le brillan, la sonrisa se amplia y hasta una anécdota puede generar una carcajada. Y ya no es Viggo el actor de Hollywood, el que interpretó a Aragorn en “El señor de los anillos”, o el nominado al Oscar como mejor actor por «Promesas del este», es un pibe de barrio, es el que juntaba figuritas de sus ídolos, “los cara sucias”, aquellos que empezó a querer no porque ganaran campeonatos, “me gustaba su manera de jugar valiente y divertida”. El Bambino Veira, lo llamó “Guido” una vez por error y ese nombre quedó para la hinchada cuerva. San Lorenzo lo lleva en su corazón, pero también lo viste siempre, esta vez es una cadena con el escudo del club y una pulsera con sus colores, pero hasta su termo del mate tiene el escudo. Puede llegar a casi ir preso porque se enloqueció por un gol del Pipi en el aeropuerto de Whashington, o escribir en su columna en la página oficial del club con total libertad: «la soberbia de Caruso nos va a quemar, y sus planteos son perversos» y generar disputa con el técnico. San Lorenzo es pasión, esa pasión que sólo alguien que ama a su equipo tanto puede entender. Y es el embajador por el mundo, de todas las formas posibles. “Cada vez que vengo a Argentina me voy a la tienda de San Lorenzo y me compro todos los calcos que tienen porque tengo una costumbre que es pegarlos en las ciudades, en los aeropuertos, en los estadios de otros equipos”, cuenta y remata con una sonrisa pícara, “para marcar territorio”. Esos calcos también los pegó en la ciudad de Rosario. “Me acuerdo un partido con Newell’s, en 2008, casi me matan. Un partido frustrante, faltaban pocos minutos y nos empataron y teníamos el partido ganado. Cuando salí de la cancha fue muy fuerte, medio en broma y algunos no, me tiraron cosas y tuve que salir corriendo. Entonces al día siguiente cuando salimos muy temprano, yo pegué todos los calcos alrededor del estadio, en el que no había nadie por supuesto”. La risa que le trae el recuerdo lo confirma. Sí, a Viggo San Lorenzo también se le pegó en el alma.
-¿Te gustaría ser presidente del club alguna vez?
-No, tendría que vivir acá y no creo que pueda. Yo hago la propaganda que puedo para San Lorenzo y trato de ganar la atención hacia mi club.
-¿Lo conocés a Tinelli? ¿Te gusta lo que hace por el club?
– Lo conozco, no puedo decir que lo conozco bien, me gusta que sea de San Lorenzo. Me gusta que cualquiera sea de San Lorenzo.
-Sos dueño de una editorial, publicás a poetas argentinos. ¿Tenés una opinión formada en cuanto a la cultura argentina?
-Bueno, llego acá en un vuelo nocturno y enciendo la tele en el hotel, y como en el mundo, casi todo lo que se ve es una mierda en todos los canales, pero veo Encuentro por ejemplo, y es muy valioso. Aunque hayas vivido toda la vida en Argentina, podés conocer cosas que no sabías, sobre actores, sobre la historia de tu país, de ciudades, es muy interesante, está muy bien hecho. Y si cambiara el gobierno, o si el gobierno que fuera, federal te digo, dijera: “Bueno no vamos a usar eso, no vamos a invertir en eso” y eso desaparece la cultura sufriría. Como está ocurriendo ahora en España, por ejemplo con un gobierno conservador.
-La crisis española afectó mucho la cultura?
-Y… sí, la economía está jodida, pero cómo se recorta, a quién se castiga y a quién no, que a lo mejor es más responsable por el daño hecho. La cultura con este gobierno español está sufriendo mucho.
-Hace un tiempo dijiste que el 90% de las películas que hacés tienen que ver con el cine independiente.¿A qué se debe esto?
-Sí, pero no es porque prefiera hacer películas de relativamente bajo presupuesto, si me ofrecen una película que es una superproducción y es un papel que pienso que puedo hacer y a mí me interesa lo hago con todo el gusto del mundo. La verdad es que cuando estás rodando aunque haya cinco cámaras y un equipo de doscientas personas o una cámara y un equipo de veinte personas y estás pasando frío en el Delta, es lo mismo porque cuando estás metido en un personaje el trabajo es el mismo. No importa eso. No me ha importado a mí. Siempre más o menos me salieron las cosas y si no me han salido tengo otra cosa para hacer. Me he podido ganar la vida durante mucho tiempo y hoy cada vez estoy más consciente de que no es lo más importante el dinero. Del lado de mi padre, mi familia dice un dicho de Dinamarca: “el último traje no tiene bolsillo”, o sea no te podés llevar nada.
– Entonces, ¿no sos apegado con las cosas?
-No tanto. A mí me encantan las cosas, los libros, los objetos, fotos. Tengo muchas cosas, pero me gusta regalarlas también. Hay ciertas cosas que tienen valor sentimental.
-Como las camisetas de San Lorenzo, supongo…
-Pero regalé muchas, tengo tantas. Por ejemplo, vinieron todos mis primos de Dinamarca, casi cuarenta. Estuvimos todos en casa, en carpa, bolsa de dormir, estuvieron un par de semanas y cuando se fueron yo tenía camisetas de San Lorenzo para todos los niños. Eran como veinte pero yo tenía remeras para todos de distintas épocas. Porque les gustaba el fútbol y si no fuera por mí no sabían que existía San Lorenzo. Dinamarca es un país pequeño de cinco millones de personas pero son muy futboleros, es el deporte nacional y siempre hubo buenos jugadores que salieron de ahí.
-¿Y de qué cosas no te desprenderías jamás?
– (Piensa) Bueno…, la camiseta que me dio el Beto Acosta, por ejemplo.
-Entonces yo tenía razón con lo de las camisetas…
Y Viggo ríe, con ganas, con esa sonrisa que siempre le saca el club de sus amores.
Revista 7 DIAS
Número: 306
Edición: 2 de septiembre
Agradecimiento: Hotel Esplendor Buenos Aires, San Martín 780, CABA.