«Los 90 del gran señor del golf». Roberto De Vicenzo

Roberto De Vicenzo festeja su cumpleaños. Cómo es el presente del gran campeón del green. “Mientras lleguen con salud se viven con alegría”, afirma.

Por Susana Parejas – Foto: Gustavo Correa
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«A esta altura te gana la sorpresa”, dice Roberto De Vicenzo. A esta altura son los 90 años que cumple hoy. “Son muchos”, aclara, como si el tiempo viniera de golpe a su mente, como si todos los recuerdos se anclaran de pronto en esa cifra. “Cumplir años es lindo, mientras lleguen con salud se viven con alegría. Lo bueno es estar sano, caminar, moverse con independencia”, añade. De Vicenzo soplará las velitas en Ranelagh, a unos cien metros del club de golf cuya cancha lleva su nombre, las soplará junto con sus dos hijos, sus tres nietos -dos varones y una mujer-, su bisnieta y, por supuesto, su inseparable compañera de toda la vida, Delia Castex. Ya llevan 67 años de casados. Tal vez la torta tenga granas verdes y haya una pelotita de golf, para no perder la costumbre de estar cerca del green. “Ahora ya no juego, no voy al campo, pero me gusta ver golf por la tele, también ver fútbol. ¿De qué equipo soy? Si fuera de River sería un traidor, fijáte mi apellido, ‘De Vicenzo’, soy de Boca”, afirma riéndose.

Muchas veces la cercanía a un lugar puede definir la vocación, vivir su infancia, tal como hoy, a cien metros del Club Deportivo Central Argentino, en Miguelete, lo inclinó por ese deporte. Una ramita y un corchito hicieron las veces de un palo y una pelota. La plata no abundaba, en sexto grado tuvo que abandonar la escuela para salir a trabajar para ayudar a su familia. “Como todos mis hermanos habían sido o eran caddies, cuando yo pude también lo fui”, recuerda.

Se puede imaginar las veces que habrá visto los golpes precisos de los jugadores en el green, desde afuera, desde lejos. Se puede imaginar como intentaba recrearlos “a los 7, o a los 8 años”, con su ramita y su corchito. Una y otra vez, así se construyen los grandes sueños, pero también los grandes campeones.

Ya más grande, pero no tanto, con su palo de golf apostaba a sus amigos que podía llevar picando la pelotita unos 100 metros sin que se le caiga, “así como hacen con la pelota de fútbol en la cabeza, a veces lo conseguía y me ganaba una entrada para ir al cine los lunes, eran como 10 centavos”, recuerda.

Debutó como profesional del golf a los 15 años en el Abierto de la República. “En aquella época era complicado imaginar vivir de un deporte”, recuerda. Los premios no eran tan jugosos como los que se entregan ahora, el último PGA, disputado en Orlando, sumó más de seis millones de dólares. Los de De Vicenzo eran otros tiempos, por ganar el Open del ’67 le dieron un premio de seis mil dólares, para llegar al millón tuvo que ganar casi 70 torneos.

En total ganó 230 torneos alrededor del mundo, incluidos 4 torneos del PGA Tour y el Abierto Británico. El primer Abierto de la Argentina lo ganó en 1944, con 21 años, y el último en el ’74, con 51. Durante 50 años de su vida caminó 10 kilómetros al menos cinco veces a la semana. En 1974 fue campeón mundial de veteranos y en 1983 obtuvo su última gran victoria, en el Merryl Lynch Golf, en los Estados Unidos. Es miembro honorario de todas las instituciones de golf de Argentina y miembro de por vida de la P.G.A. de América, Escocia, Inglaterra y la Fundación John F. Kennedy. A fines de los noventa lo eligieron dentro de los cinco mejores deportistas argentinos, junto con Maradona, Fangio, Vilas y Monzón. Y en 2006 inauguraron el museo del golf que lleva su nombre y reúne sus logros. Y se dio el gran gusto, o el sueño, de diseñar una cancha de golf que lleva su nombre en el country San Eliseo de San Vicente.

Muchos títulos para un hombre que amó y dedicó todos sus años a lo que empezó desde niño por una circunstancia casual, pero que se convirtió en la pasión de su vida. “¿Qué me dejó el golf? De todo. El golf es un deporte muy generoso. Siempre tuve buena salud, di la vuelta al mundo veinte veces, nunca me pelearon ni tuve un accidente. A cada lugar que viajé, siempre había alguien que me esperaba para abrirme la puerta y compartir un buen momento. ¡Este deporte me ha dado tantos amigos! Gané muchos torneos pero lo que más orgullo me dio es haber establecido una buena relación con tanta gente”, reconoce.

Tal vez este domingo, la sorpresa lo invada, la sorpresa lo emocione, o lo haga recordar tantos buenos momentos, tal vez le lleguen mensajes de muchos rincones del mundo, de tanta gente que conoció, que lo quiere, que lo admira. Tal vez no sea tal vez, sino algo que definitivamente ocurra.

Publicada

Revista 7 DIAS

14 de abril 2014

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