Juan Gatti creó las tapas ícono del rock argentino de los ’70, hizo los afiches de las películas de Almodóvar y fue director de arte de las revistas de moda high class, y por primera vez presenta sus trabajos en Buenos Aires. Cómo marcar estilo en la era de la globalización.
Por Susana Parejas – Fotos: Tabatha Lombardo
Por lo general viene a Buenos Aires a divertirse, no a trabajar. Pero esta vez, Juan Gatti, radicado en España, desde hace varias décadas, vino a trabajar. Dos exposiciones, que ya se dieron en Madrid, lo trajeron con una visita más movida que otras. “Ciencias Naturales”, en el Centro Cultural Español, “es una exposición pequeña, son unos collages intervenidos, todo como una cosa científica victoriana”. La otra es “Contraluz”, que vino invitada por el Ministerio de Cultura del Gobierno la Ciudad de Buenos Aires y podrá visitarte en el Museo Sívori hasta el 17 de marzo de 2013.
“Contraluz” transita el trabajo realizado en la moda, el cine, las editoriales, publicidad, gráfica y dirección de arte, pero también fotografías inéditas en blanco y negro, tomadas a lo largo de los últimos 25 años. También se compone con el audiovisual “Contraluz, Sound + Vision”, en el Planetario de Galileo Galilei. “Me la pidieron y en un momento de debilidad dije: sí. Y así terminé enviando 385 obras y dos instalaciones. Me hace ilusión traerlas a Buenos Aires porque acá nunca expuse y ya hace 40 años que no vivo aquí. Mientras vivieron mis padres vine, después que se murieron pasé una época terrible, gigantesca, sin venir. Y hará cosa de cinco o seis años me empezó a gustar, me compré el departamento y ahora fácilmente vengo tres o cuatro veces al año por períodos cortos de quince días, pero vengo”, cuenta Juan desde el living de su luminoso departamento de la zona de Retiro.
“Nunca paré de trabajar”, destaca Ga-tti, mientras da una pitada a su cigarrillo, con la ciudad que asoma por los enormes ventanales. Una recorrida por sus trabajos deja en claro que esta afirmación es una rotunda verdad. Fotógrafo de moda de “Vogue”, “Visionaire”, “Vanity Fair”, “V Magazine”, “Interview”, “Harper’s” o “New York Times”. “Siempre me fascinó, me gusta la idea de la sublimación de lo femenino, no me gusta la foto de moda destroyer, me gusta el glamour”, define.
Creador de los afiches de gran parte de las películas de su amigo Pedro Almodóvar, pero también de Fernando Trueba, Álex de la Iglesia y la argentina Lucrecia Martel y “diseñador oficial” de la estética gráfica del rock de argentino de los ’70, la primera tapa triple del rock nacional para Crucis o la que hizo para Artaud de Pescado Rabioso o para Sui Géneris. Luis Alberto Spinetta, Charly García y Pappo compartieron horas con él. “Éramos chicos, ellos hacían la música y yo la gráfica, pero creo que nadie estaba pensando que se estaba generando un movimiento. Nada de eso. No éramos conscientes para nada de lo que se estaba haciendo y toda la historia del rock nacional fue un gran recreo entre clases. Yo me he divertido muchísimo. Todo lo que recuerdo es como un juego”, confiesa Juan.
-¿Cómo ve el diseño actual, la globalización lo perjudicó?
-Estoy absolutamente en contra de la globalización, básicamente porque ya perdieron todos los países la identidad, especialmente en las ciudades. Para encontrar un poco de identidad tenés que meterte en los campos, en los pueblos. Yo recuerdo que ibas una vez a Londres porque podías conseguir unas cosas, otras veces a Italia, porque conseguías otras. Pero, ahora, en todos lados hay un Starbucks, un GAP, un Zara, y son todos los lugares iguales. Y el diseño, yo creo que por un lado está lo que es la cosa comercial, que cada vez está más descaradamente comercial, y después como las últimas tendencias del diseño que es el “no diseño”, entonces, ninguna de las dos realmente me interesa mucho.
-¿Y cómo hace para marcar su huella entre todo esto?
-Creando un estilo. Ya hace mucho tiempo que trabajo y, además, como básicamente siempre trabajé pero con otros creadores o con diseñadores de moda, o con músicos o con directores de cine, nunca tuve como la presencia abstracta del cliente, jamás he trabajado para agencias de publicidad. Tuve dos experiencias que terminaron fatales. Siempre trabajé con gente con un mismo idioma, porque de creador a creador, aunque sean distintos campos, hay una sensibilidad que te empareja.
-Como Pedro Almodóvar. ¿Cuál fue el afiche que más le costó de todos los que hizo para sus películas?
-En general, en los carteles y afiches siempre trato de sintetizar. O sea, lograr el mayor significado con los mínimos elementos. Y creo que lo logré bastante y que me costó mucho en “Tacones lejanos”. Porque siempre quiero hacer como íconos, no una cosa narrativa como la mayor parte de los carteles, que te ponen una pareja, el paisaje, una cosa, el cañón, el avión. Siempre me gusta sintetizarlo en una imagen, como más que nada transmitir el género de la película, que el contenido o contar una historia. Yo creo que para eso está la película y la literatura, la gráfica y lo visual es para otra cosa. Mi sueño es crear carteles que sean como señales de tránsito.
-En los ’70 se movió en el rock, en los ’80 con el cine, en los ’90 con la moda. ¿Qué etapa viene ahora?
-Igual sigo haciendo algunos discos, pero ahora en los 2000 estoy intentado entrar como en un terreno de una búsqueda más personal y, aunque sean amigos y que sean todos creativos, tratar de evitar el cliente y poder generar mis cosas.
-¿Más dirigido hacia el arte?
-Es que a mí la palabra “arte” me da como cosa. Yo tengo el personaje del artista un poco como el de la Bohème, o una cosa como de fin de siglo, ahora ves los artistas que ya están trabajando con la Bolsa, lo que más les interesa son las cotizaciones, que tampoco no te digo que esto está mal, que cada uno haga lo que quiera. Pero a mí el término artista me parece demasiado romántico.
-¿Y cómo se define entonces?
-Yo siempre digo que un poco soy un hacedor de imágenes. Por eso también no me encasillo ni en la pintura, ni en la fotografía, ni en la gráfica. Básicamente, me planteo una imagen y después le encuentro la técnica que más se ajuste a eso, la foto, el video, la ilustración o la tipografía. La idea de artista es como que me encasilla.
-¿Cuál es su motor para lo que hace?
-Como yo siempre digo, todos los que trabajamos en una cosa visual, básicamente lo que estamos pidiendo es que nos quieran. Es como un arma de seducción con lo que está haciendo. Cuando le preguntás a la gente, ¿para que lo hacés?… “Para proyectar una imagen tridimensional…”. ¡No! estás pidiendo que te quieran, que te reconozcan y estás usando tu trabajo como un arma de seducción.
-¿Y se siente querido?
-Sí, mucho. La verdad me fue muy bien. Yo creo que eso es una cosa que viene desde el colegio, que como no eras un as del deporte tenías que ser el que mejor dibujaba como para conseguir un respeto. Y, entonces, lo vas a seguir proyectando durante toda su vida. Yo digo que si hubiese sido deportista, buen mozo y todo eso no hubiese necesitado hacer lo que hago.
-¿Por dónde pasó la decisión de irse del país en los ’70?
-Es que siento que no me fui, porque fui a hacer un trabajo que había conseguido en Estados Unidos, en Nueva York, estuve dos meses ahí y cuando me tocó volver, dije: “yo no vuelvo”. Más que nada era como un sentimiento de paranoia, porque en un momento, estuvieses en política o no, era probable que te ocurriese cualquier cosa. En ese momento decidí irme a España, a París, empecé a viajar. Pero no tengo la idea de haberme despedido, como que no tuve la idea de dejar el país. Yo nunca puedo organizarme la vida, siempre tengo que estar así a lo que viene.
-¿Por qué no le gusta organizar?
-Es que no me sale, cada vez que hago un plan, siempre sale una cosa en el medio que me desbarata todos los proyectos. Así, que lo mejor es que fluya como un arroyo. La planificación conmigo no va.
-¿Es de hacer balances?
-Para nada, no soy nada nostálgico. Cómo será que ahora tengo un problema, para la exposición me dijeron tiene que haber una parte de las portadas de discos que hice, y no tengo ni una, nada. Gracias a Dios que tengo un secretario que tiene un poco de sentido histórico, que guarda todo lo que yo tiro.
-O sea que no es de hacer álbumes…
-Ni siquiera tengo book. Nada. Te digo que es raro, porque el argentino es como que tiene la nostalgia en el ADN.
-¿Tiene un deseo de algo que quiso hacer siempre y no se dio todavía?
-Lo único que no se dio en mi vida es parar de trabajar. Solamente una vez lo intenté, paré y me dije: “No puede ser que tenga este vértigo, que tenga este estrés”. Reduje el personal a lo mínimo, para buscar una cosa absurda que es “el tiempo para tí mismo”. Es un engaño. Me terminé yendo a un psicólogo que me dijo: “el tiempo para usted mismo no existe, usted es un producto de la adrenalina tiene que estar todo el tiempo haciendo”. Y a mí realmente lo que me divierte es lo que hago.
Publicada en Revista 7 DIAS, diario Tiempo Argentino