Una muestra fotográfica en el Mat se inspira en los lugares de la novela «Sudeste». Imágenes y atmósferas como un homenaje al escritor desaparecido.
Por Susana Parejas Fotos: gentileza MAT
Un hombre y una mujer están unidos por una geografía. La del Tigre. No se conocieron. Pero los dos aman o amaron los ríos, los atardeceres, los juncos, y hasta las crecidas que asustan sólo a los que no viven ahí. Carola Rousso es fotógrafa y desde hace 30 años tiene una casa sobre el río Capitán, «voy tanto que casi vivo allí», asegura. Haroldo Conti tuvo su casa a orillas del arroyo Gambado, actualmente convertida en museo. Pero más allá de su amor por este lugar, hoy están unidos por unas fotografías. Las que componen la muestra «Miss Paraná» en el MAT (Museo de Arte del Tigre).
Rousso puso su ojo, Conti sus palabras, las imágenes literarias de su primera novela «Sudeste». Los lugares que recorrió «El Boga», el isleño protagonista, están allí en esas veintidós fotos. Un recorrido por Los Bajos del Temor, por el Miní y el Paraná de las Palmas y desde el Sueco hasta la desembocadura del Chaná en el Aguaje del Durazno, siguiendo el rumbo y bajo la inspiración de la novela de Conti.
Carola, como Haroldo, recorrió esos lugares una y otra vez durante tres meses, días y días de subirse a la lancha. «Cuando leí el libro ‘Sudeste’ me di cuenta de que Haroldo hace una descripción del alma del Tigre. Logra poner en palabras, en poesía, lo que uno no puede, por qué es tan difícil de explicar, por qué cuando el río crece uno no se asusta, sino que le gusta», asegura la fotógrafa. Y aclara que «Miss Paraná» es el nombre de una lancha colectiva, de ésas que recorren los arroyos.
Contar el río. Haroldo Conti nació el 25 de mayo de 1925 en Chacabuco, provincia de Buenos Aires, y allí pasó su infancia empapándose de la vida de campo, que reflejó en tantos relatos. Su hoja de ruta marca que fue empleado bancario, maestro rural, actor, director teatral aficionado, camionero, piloto civil, profesor de filosofía y hasta hizo dos años en el seminario para ser sacerdote. Pero, una crisis religiosa lo hizo dejar esa carrera y volver a su pueblo. «Cada persona tiene destinado un paisaje y debe coincidir con él», sentenció alguna vez. Y ese paisaje para él fue el Tigre. Lugar en el que casi se recluyó y donde construyó su barco «El Alejandra». Tal como se llamó su primera hija.
Hacia fines de los ’50 empezó a escribir su primera novela «Sudeste», una historia donde el río y sus personajes cobran vida a través de su narración sensible y creadora de climas. Y desde ya, ligada a su propia vida personal. Conti terminó su novela antes que su barco, y por ella recibió el premio Fabril. Ya con su barco terminado, las islas del Tigre fueron sus compañeras, y los isleños, amigos que con el tiempo fueron madurando para convertirse en personajes de otras novelas que se fueron hilvanando a lo largo de los años. Porque a Haroldo le gustaba perderse entre la gente, llenarse de historias, que lo hacían volver una y otra vez a la literatura. «Yo soy escritor nada más que cuando escribo», solía argumentar de sus alejamientos de las letras. Pero siempre volvía, más allá del propio esfuerzo. «Escribir es un gran dolor, un gran esfuerzo, inclusive físico. Me crea problemas personales, de relación; me vuelvo huraño, fastidioso. Escribo porque no tengo más remedio. Escribo o me muero. Es como estar embarazado, supongo. Después uno pare y se acabó. Se siente mejor, más aliviado», confesó en los ’70 al diario «La Opinión».
Fue en esa década que Haroldo dejó de escribir. Y esta vez para siempre. Pero no por propia voluntad. En 1976 enseñaba latín en el Liceo Nacional Nº 7. Por esos años, su vocación humanista lo había llevado a la lucha política. Una combinación que no estaba permitida. El 5 de mayo de 1976 fue secuestrado en su casa de la calle Fitz Roy. Nunca más apareció. En su escritorio, un cartel rezaba en latín: «Hic meus locus pugnare est et hinc non me removerbunt». Eso había escrito Haroldo antes que lo secuestraran y lo hicieran desaparecer. «Éste es mi lugar de combate y de aquí no me moverán».
Agradecimiento: Diana Saiegh, directora del MAT.
Publicado revista 7 Días Agosto 2011