Crónicas marcianas

La carrera espacial no se conforma con vuelos tripulados por el espacio: varios proyectos privados proponen viajes a Marte en los próximos años. De qué tratan estas iniciativas para cumplir el postergado sueño de colonizar el planeta rojo.

Por Susana parejas – Fotos: Gentileza NASA, ESA y archivo 

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Redondo, rojo, lejano. Y tan deseable. En los últimos años, Marte volvió a convertirse en el objeto de deseo de algunos terrícolas. Este año, a través de la excentricidad de algunos millonarios, se largó la carrera espacial marciana. Una carrera que había quedado en suspenso por más de tres décadas. “Hay que pensar que en 1969 el hombre pisó la luna a través del programa espacial Apolo, por ese entonces se calculaba que para los ’80 el próximo destino sería Marte. Pero, luego, el gobierno de los Estados Unidos dejó de prestar atención al programa espacial porque tenía otros problemas y se redujeron las expectativas”, explica Pablo de León, ingeniero argentino que actualmente se desempeña como investigador en estudios espaciales en la Universidad de North Dakota, y también se desempeñó en el Centro Espacial Kennedy.

La idea de amartizar y plantar bandera en Marte se cambió por todo el programa del transbordador espacial. El último viaje de 2012 cerró 30 años de esa era. Según el especialista, “los accidentes del Challenger y el Columbia marcaron que había que cambiar ese vehículo”. De este programa quedó la Estación Espacial Internacional y un museo dedicado el tema.

Pero un hecho, que ocurrió en octubre de 2004, abrió las puertas para los viajes espaciales a manos de empresas privadas. En ese año, la SpaceShipOne y el White Knight ganaron el Ansari X Prize, premio que dotó de 10 millones de dólares para animar la investigación para realizar vuelos turísticos al espacio. Para obtener el trofeo y el dinero la nave debería cumplir ciertas condiciones: transportar 3 personas o su equivalente en carga, subir hasta 100 km o más y aterrizar con seguridad. “Esto fue un catalizador para que muchos se dieran cuenta de que el espacio no era monopolio de la Nasa, y que estaba al alcance de la mano de proyectos privados”, advierte De León. Sin duda, este incentivo generó que gente, un poco excéntrica tal vez, pero sobre todo con mucho dinero se lanzara a crear las primeras empresas privadas en incursionar en el negocio de viajes al espacio.

Pioneros privados. Uno de ellos fue Sir Richard Branson, el cuarto hombre más rico del Reino Unido (la revista “Forbes” le adjudica un patrimonio de más 4 mil millones de dólares) a través de Virgin Galatic. “Los vuelos iniciales serán sub-orbitales, luego orbitales y en un tiempo podremos usar nuestras naves para transportar a la gente alrededor del mundo extremadamente rápido”, comentó respecto de su proyecto. Para él, el sector privado reemplazará en gran medida al Estado en la exploración del espacio. Aunque todavía no salió el viaje con pasajeros -que deberían pagar los 200 mil dólares que saldrían estos paseos suborbitales al espacio-, ya hay más de 500 personas inscriptas para vivir esta experiencia. La compañía espera comenzar el próximo año los paseos espaciales, desde su sede en Nueva México.

SpaceX (Space Exploration Technologies Corporation), la empresa dirigida por el cofundador de PayPal, Ellon Musk, se dedica al transporte aeroespacial desde 2002. Desde su sede en California, desarrolló los cohetes de lanzamiento espacial reutilizables Falcon 1 y Falcon 9 y la nave espacial Dragon. Ya se hicieron viajes no tripulados a la Estación Espacial llevando cargas. A fines de marzo, la nave Dragon regresó a la Tierra con un cargamento de material científico tras haber estado acoplada dos semanas a la estación. Fue el segundo vuelo de un Dragon a la estación, bajo un contrato de 1.600 millones de dólares con la NASA, y la tercera entrega de material del SpaceX. “Es una especie de Rapiflet, muy caro”, acota De León. Todos estos vuelos no tripulados son el primer paso para los que se avecinan. “Esto nos lleva a pensar que dentro de 3 o 4 años, los vuelos espaciales privados se convertirán en algo muy popular. Al principio con precios muy altos”, especula el ingeniero espacial.

Ese rojo objeto de deseo. Hay proyectos que van más allá de dar vueltas a la Tierra en la oscuridad del espacio. Ya dos proyectos privados salieron a la luz. Uno tiene como propulsor al multimillonario Dennis Tito, creador de la Fundación Inspiración Marte y el primer astronauta privado de la historia, ya que pagó unos 100 millones de dólares para tripular una nave rusa al espacio. En una conferencia que dio en Whashington anunció que prevé enviar una misión tripulada a Marte para 2018. Será un viaje de ida y vuelta que durará unos 501 días. La misión tripulada está programada para partir de la Tierra el 5 de enero de 2018 y llegar a Marte el 20 de agosto de ese año. El viaje de vuelta está previsto para el 21 de mayo de 2019.

Desde Mars One, bajo el ala del investigador holandés Bas Lansdorp, lanzaron también el proyecto de viajar a Marte, pero en este caso, es más ambicioso pues se propone no sólo enviar a seres humanos sino también establecer colonias estables, comenzando en 2023. Elon Musk, desde SpaceX, no se queda afuera de esta carrera espacial a Marte y pretende enviar humanos pero en 2028. La NASA también tiene proyectos guardados pero en su caso recién se realizarían para 2038.

La propuesta de Tito, a diferencia de otras misiones, es que los elegidos para realizar este viaje sea un matrimonio: Taber MacCallum y Jane Poynter, co-fundadores de Paragon Space Development Corp. La pareja tiene experiencia con los sistemas de soporte vital y cuenta además con la ventaja de haber participado en el experimento de aislamiento Biosfera 2, que se llevó a cabo en Arizona.

Por su parte, el programa Mars One está abierto a todos aquellos que quieran ser astronautas. Increíblemente, en los últimos días se abrió una solicitud para quienes quieran vivir esta experiencia, claro que los que viajen (unos 24 astronautas) tendrán que saber que no volverán a su hogar en la Tierra. A partir de su llegada a Marte vivirán y trabajarán el resto de sus vidas.

La compañía holandesa captará videos de los interesados, con un pago mínimo de 25 dólares por cada aplicación; este dinero se destinará a la financiación del proyecto. “Esperamos recibir alrededor de un millón de aplicaciones con videos de un minuto, y probablemente algunos de esos videos serán virales,” dijo Bas Landsdorp, líder de la empresa. Ya hay unas 45 mil personas que se registraron vía email previamente. Según la empresa, el costo de la primera misión será de unos 6 mil millones de dólares. Una de las formas para solventar este proyecto es que desde la selección de los participantes hasta la vida en Marte se convierta en un gran negocio televisivo, con el formato de un “reality show”.

¿Es posible? Hay varias condiciones que hacen de Marte algo atractivo para los humanos. “Una es que dejaríamos de ser un especie uniplanetaria, y ante el caso de una caída de un asteroide en la Tierra con las terribles consecuencias, el asentamiento en Marte lograría que la humanidad no se extinguiese. Por otro lado, el mundo cuenta con muchos recursos naturales agotados y este nuevo planeta ofrecería un lugar para crear con libertad una sociedad nueva hoy en día”, considera De León.

El año pasado, el experimento Mars500 simuló un viaje al planeta rojo. Seis tripulantes, dos europeos, un ruso y un chino, estuvieron confinados en un centro especial en Moscú durante 520 días, un año y medio. Esta es la primera simulación de una misión humana completa, en una infraestructura que aparentó casi todos los aspectos de un viaje espacial, salvo por la falta de gravedad, radiaciones y la sensación de un vuelo interplanetario real.

Daniel Vigo, investigador del Conicet y docente de la Universidad Católica Argentina, en conjunto con investigadores de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, llevó adelante la tarea de analizar datos psicológicos de los “astronautas” por el impacto del confinamiento. “Lo que se vio en líneas generales, es que no hubo grandes problemas biológicos, o sea no se enfermaron; psicológicos, no se deprimieron, ni sociales, no se pelearon entre sí. Hubo algunos cambios más sutiles en las tres cosas, pero ninguna que impediría la misión”, resume Vigo, y agrega: “Hoy un astronauta, debe tener mucho entrenamiento pero no tiene que ser un Súperman como lo eran al principio de la carrera espacial. Actualmente muchos científicos reciben entrenamiento de astronautas y viajan, en cambio, antes eran pilotos de la Fuerza Aérea súper entrenados”.

En este simulacro fueron todos hombres, sin embargo, las nuevas propuestas de viajes a Marte no descartan que haya tripulación femenina. El proyecto de Dennis Tito incluye a un hombre y una mujer. “No hay evidencia que diga cómo reaccionaría una tripulación mixta en tanto tiempo. ¿Qué pasaría con el matrimonio?, nadie lo sabe. Por un lado, disminuiría la tensión sexual; por otro lado, son dos personas que van a estar en un espacio muy reducido, nadie lo sabe, a veces es demasiado difícil la convivencia en un departamento de dos ambientes, ahí van a estar en medio ambiente. Es una incógnita eso”, reflexiona Vigo.

Sí, Marte está allí esperando a los humanos. Pensar en viajar al planeta rojo (o no tanto), más allá de su altísimo costo, no es tan descabellado. Pero, ¿qué nivel de viabilidad tienen los dos proyectos? Tanto Daniel Vigo y Pablo de León, tienen sus reservas frente al Mars One. “Estoy de acuerdo con que la tecnología está para realizar el proyecto, pero me parece demasiado ambiciosa la fecha que proponen para el viaje (2023). Respecto del proyecto de Dennis Tito, tienen publicados más detalles y al no proponer un descenso entiendo que es más factible. Lo único que me parece que es complicado es el espacio destinado a la pareja de astronautas: 7 metros cúbicos, lo que entiendo que es poco para un viaje de esa duración”, analiza Vigo. Por su lado, De León sostiene, “Tito tiene un planteamiento real, técnicamente es posible, no tengo dudas de que se pueda hacer, colonizar Marte es excesivamente ambicioso, tengo mis reservas”.

Aunque suene a cliché la frase: “el futuro está aquí”. Lo está. No faltan tantos años, para que las escenas de las películas de ficción con naves que van y vienen por el espacio se hagan realidad.

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