Nacha Guevara regresó al escenario porteño con un nuevo musical donde personifica a Tita Merello, luego de protagonizar “Eva” en 2009. Cómo fue su encuentro con la cantante, la nostalgia de una época de oro y por qué no piensa volver a la política. Una mujer que hace uso de su insolencia creativa.
Por Susana Parejas
La primera vez que se vieron no se hablaron. Sólo un gesto en completo silencio. Muchas veces, no se necesitan palabras para decir lo que se quiere. Fue por los ‘70 en San Telmo, tal vez una noche de un sábado. No importa. La exactitud del día no cuenta en el recuerdo. Sólo el gesto. Ése fue el mudo comienzo de una mutua admiración que perduró en el tiempo. Luego vinieron muchos encuentros más, en los que sí hablaron y hasta cantaron juntas. El último tema que grabó Tita Merello lo hizo con ella en 1991. “Grabamos ‘Se dice de mí’, en una versión rapeada, una versión completamente irreverente. Eso fue muy interesante”, rememora Nacha Guevara, que hoy es Tita. Por lo menos arriba del escenario.
Cambió el rubio Evita por el morocho arrabalero, que le impone meterse en la piel de la Merello, en el musical “Tita, una vida en tiempo de tango”, que dirige y escribió con Alberto Negrín. Por las noches en el teatro Metropolitan I, bajo la dirección musical de Alberto Favero, comienza la transformación cuando canta sus canciones y revive los momentos de la vida de la actriz que murió en 2002, a los 98 años. Una vida que tal vez, a pesar de la fama, no era la que quería vivir. “Ella fue tan grande, tan grande como actriz y como artista casi a pesar suyo. Nunca entendió por qué le pasó lo que le pasó. Cuando le preguntaban ‘por qué llegó aquí’, contestaba: ‘por hambre’. Lo hacía maravillosamente bien, era única, impagable, pero tal vez en el fondo quería otra cosa, no lo sé. A pesar de la entrega extraordinaria que tenía, eso no logró completarla. Hay algo que siempre quedó ahí roto. Una infancia tremenda, orfanato, el padre muerto, trabajar en el campo con un tío, que se dice que la violaba. Si hay algo que la define es que es una gran solitaria”, cuenta Nacha de Tita. Dos mujeres de distinta generación, pero con la misma intensidad.
-¿Cómo fue ese primer encuentro con Tita?
-Yo estaba haciendo “La mil y una Nachas” en el milenio pasado, ¡sí, el milenio pasado! (en 1973), en San Telmo. Era un espectáculo exitoso, muy bello, fuera del circuito, no tan calle Corrientes. Y una noche, creo que era sábado, apareció Tita a verlo, porque era muy curiosa, tenía una cabeza muy joven, muy abierta. Imaginate la excitación de todo el mundo porque había ido Tita Merello a vernos. El teatro era el “Margarita Xirgu”, estaba preparado como café concert y quedaba un pasillito libre en el medio. Ella estaba sentada más atrás de la mitad de sala. Y cuando terminó la función, mientras estábamos saludando, se levantó y vino caminando, muy cómo era ella. Si se decidió a levantarse era porque ya iba a hacer algo. Vino muy decidida, me miró, se sacó un anillo de oro con un coral, me lo puso en la mano y se fue caminando.
-¿Ni una sola palabra?
-Ni una palabra. Eso es precioso. Eso lo hace sólo una diva, camina ese pasillo se saca un anillo lleno de significado y te lo da. Y no tiene que decir nada, se va como una reina. Ahora, que hay tanta diva, ninguna se va a sacar un anillo y te lo va a dar. En eso me hizo acordar a Eva. Cuando fue a Sevilla, en su viaje famoso por Europa, la llevaron a ver a la Virgen de la Macarena, y cuando la vio, porque es bellísima, se sacó los aros de brillantes que tenía y se los colocó. Es un gesto muy parecido. Y a veces la Macarena, en algunas Semana Santa, sale con los aros de Eva. Así la conocí, después la vi muchas veces, la segunda vez que la vi creo que le pisé a Corbata y me fulminó con la mirada.
-¿Qué la decidió a llevar a escena la vida de Tita?
-No fue por las canciones, las canciones vinieron después, me parece que es un personaje apasionante. Me gustan las mujeres argentinas fuertes, que se abrieron paso en el siglo pasado a codazos entre los hombres. Esas mujeres tenían que tener una fuerza extraordinaria para hacer algo. El mundo en el que se movió fue la época de oro en nuestra cultura popular, de nuestro cine, literatura, pintura, música, guionistas, actores, todo lo que quieras se juntó en esa época, todo, todo. Es el final de los ‘20, todos los ‘30, ‘40 y principio de los ‘50. Y ahí, chau. También cuando empezamos a trabajar en eso y revisar todos esos artistas, ese material, esa poesía, todo ese cine, te agarra como un amor por lo mejor argentino, y una nostalgia. ¿Qué nos pasó?
-¿Tiene una respuesta a esa pregunta?
-Muchas cosas, todo lo hemos fabricado. Ese talento se fabricó aquí, es original de aquí, y las desgracias también son originales de aquí. Como en la vida personal todo lo que nos pasa es por algo que hemos elegido. Pero, fuimos eligiendo bastante mal, esa es la cosa. Y se cortaron esas corrientes culturales, donde los tipos estaban tan actualizados. El cine nuestro era igual que el cine del mundo, los músicos también. No había excusas. Había una necesidad tan grande de expresarse y de expresar esos talentos que traían, que barrían con todo. Y además, como convivían todos juntos, fue un movimiento. No fue una cosa aislada, no era Tita sola, Discépolo solo, Lucas Demare, Manzi solo, eran todos. Era una corriente. Ése es nuestro patrimonio. Ese es el que yo elijo, tal vez para otra gente no, pero, para mí, mi herencia cultural son ellos. Entonces, hay que rendirles un homenaje, no sólo a Tita, sino a esa época, a ese talento, a esa valentía que tuvieron esos artistas. No tenían miedo a mostrar lo que les pasaba y a decir las verdades de su corazón.
– Tita decía: “Soy insolente de nacimiento y de temperamento”. ¿Ésas podrían también ser sus palabras?
-Y además dijo, “tengo con que ser insolente”. Sí, soy insolente como ella, porque compartimos algunas cosas de la historia personal que hacen que, sobre todo en las mujeres que no han tenido relación con sus padres, que no los han conocido, que se han muerto, que las han abandonado, cualquiera sea las circunstancias, no reconozcamos la autoridad. No es rebelarse contra la autoridad, porque cuando te rebelás contra la autoridad es que la reconocés. Es un paso anterior, como no estuvo esa información en el momento que tenía que estar en el cerebro humano, no se la reconoce. Y en eso sí me identifico con Eva, con Tita, con todas las mujeres que han vivido esa experiencia. Y, por eso, no es que sea contra, es que sencillamente no se la reconoce. Pero es insolencia creativa, la de Tita no es insolencia al pedo.
-¿Y la suya?
-A veces sí, a veces no. [Risas]. Pertenezco también a una generación de insolencia creativa. Fue la generación que en los ’60 explotó con el DiTella, con la nueva canción, con el café concert. Es que la creatividad siempre trae insolencia. Tiene que traerla, porque viene con algo que en un momento antes no estaba, que no es completamente nuevo porque toda creación es reciclable a algo que ya hay. Pero, sí es nuevo en la forma que se presenta. Todos los artistas que siempre han hecho algo nuevo han sido siempre resistidos de entrada. Así que la insolencia es parte de la vida de un artista.
-Usted dijo hace poco, que era tiempo de buscar nuevas utopías. ¿Cuál sería la nueva utopía?
-Al fin y al cabo es la más antigua de todas, lo único que es común a todos los seres humanos en todos las épocas de la humanidad es el deseo de ser feliz. Esa es la base de nuestra existencia. Ahora, como hemos tomado los caminos completamente equivocados, nos parece que es tan inalcanzable, imposible. Estamos llenos de creencias que se pelean con esa necesidad esencial e irreemplazable que traemos, venimos a eso. La nueva utopía tiene que ser un sueño colectivo. Las utopías son sueños colectivos, y como esta época es tan individualista, nos ha llevado a ser a todos tan individualistas, ocurrirá algo. Porque hay cosas que suceden que son procesos de la evolución y, cuando el universo decide que tienen que suceder, suceden.
-¿Es existencialista?
-Siempre, siempre. Como si fuera el último de uno. Hay una pregunta que siempre se hace, “¿si fuera el último día de tu vida que harías?”, y la respuesta nos sorprende. Casi siempre no estamos haciendo lo que haríamos.
-¿Y usted qué haría?
-Yo me iría a Polinesia. Jacques Brel, el maravilloso cantante, autor y todo, cuando enfermó de cáncer se fue a vivir a Polinesia. Y dijo: “Tuve que esperar a tener cáncer para hacer lo que yo deseaba”. Y cuántos en la vida postergamos los deseos.
-¿Por cobardía?
-Es cobardía siempre. Es miedo. Miedo. Porque vivimos en un mundo en el que no estamos gobernados por nadie ya no hace falta, se han establecido de tal manera las cosas que lo que gobierna es el miedo a nivel de conciencia. Hay miedo a la enfermedad, a la pobreza, al terremoto, ahora a la fuga nuclear, a la riqueza, a la guerra, al éxito, al fracaso. ¡Uauuuu! Basta de miedo.
– ¿Nunca más la política?
-Después de la utopía. [Risas]. No es para mí, soy una persona muy ejecutiva, me gusta ver las cosas realizadas muy rápido. Estoy acostumbrada desde chica a autogestionarme, soy muy independiente, entonces depender de varias personas para levantar un alfiler del piso me puede llegar a volver loca. Y hablar tanto al pedo es algo que yo no tolero, me gusta la acción. No es para mí el desgaste que tiene. Yo aprendí temprano que por mí pueden decir lo que quieran de mi trabajo, que soy la peor, la mejor, todos tendrán sus razones y no me afectan en absoluto. Ahora, estar expuesta como están los políticos, a que digan de ellos lo que sea, con razón, sin razón, que se metan con su familia, a eso no estoy dispuesta. He sido siempre una persona muy privada, y eso no lo puedo negociar.
-¿Cómo se ve dentro de veinte años?
-No sé, yo creo que en veinte años estoy afuera. Cuando deje de ser completamente independiente, me voy. Ésa es una decisión que tomé. Y las cuentas están a mano, porque si fuera hoy… mi vida está cumplida.
Las mil y una Nachas
El seudónimo tapó el “Clotilde Acosta” del DNI, que dice que nació en Mar del Plata el 3 de marzo de 1940. Nacha hace realidad que la edad no es la que figura en el documento, “A esta altura, ya son los genes”, declara, al mismo tiempo que admite que vivió varias vidas en una. Estudió actuación, baile y fue modelo, también hizo teatro independiente y revolucionó con el recién estrenado café concert de los ’60. La Triple A la puso en la lista negra y volaron el teatro donde se preparaba para estrenar “Las mil y una Nachas”, en 1973. Ycomo muchos argentinos tuvo que partir. Perú, México, España, Puerto Rico, Estados Unidos fueron su casa en el exilio. “A mi generación le tocó vivir un pedazo de la historia tan acelerada, con cambios tan brutales, que para vivir lo mismo una persona hace tres siglos atrás debería haber vivido 300 años”. La democracia la trajo de vuelta. Filmó con María Luisa Bemberg, Subiela y Barney Finn. Tuvo la ingeniosa irreverencia de mezclar el tango con el rock. Le gustó ser mujer en la TV, donde habló de amor, de conciencia, de ecología. “El Graduado”, “No te Prometo Amor Eterno” junto a Manuel Bandera, y “Eva, el gran musical Argentino” (con 9 premios ACE), la tuvieron como estrella de la calle Corrientes. Irreverente, libre, talentosa y frontal, pero por sobre todo Nacha. “A nuestra generación lo único que le falta, y no sé si todavía no lo voy a ver, es ver bajar los enanos verdes de las naves. Ahora, es más difícil que antes ser individuo, hablar con la voz propia. Pero, no es imposible, aquel que tenga que hablar con su voz, va a hablar pase lo que pase”.
Publicada en Revistas Cielos (Aerolíneas Argentinas/ Mayo 2011)