Lleva más de 4 décadas en el cine y produjo unas 30 películas. Vuelve con una ópera prima de una directora joven y prepara una súper producción con Lucrecia Martel. Dice que en el cine argentino “no hay algo tan fuerte” como tras la crisis del 2001 y destaca: “Me cuesta mucho pensar en dejar de trabajar”.
Por Susana Parejas Foto: Gustavo Pascaner
Desde la pared vidriada de su productora, un parque repleto de verdes en el que el otoño tiñe a algunos pedazos oficia de fondo. Lita habla pausado con una calma que ella asegura no es tan así. “Preguntále a los de acá, si soy tan tranquila”. En un momento enciende un cigarrillo y aunque al fotógrafo le parezca sugestivo hacer algunas fotos con el humo, ella se niega. Quiere dejar de fumar, mejor que no quede registrado. “Hoy me había propuesto fumar diez, pero ya los pasé”, un vicio que arrancó a los treinta y cinco en “épocas complicadas” por motivos que no se dicen, porque pueden delatar su edad, un dato que quedará en el rincón de las cosas no dichas. Y no vale buscarlo en Google, después de todo para qué se necesita saber una cifra con tantas otras cosas por charlar con esta mujer que ya lleva en su haber más de 40 años produciendo películas, “unas 30”, una sola dirigida, y que sigue apostando a las óperas primas. El 27 de junio estrenará “Habi, la extranjera”, de María Florencia Álvarez, una joven cineasta de 33 años, tal como lo hizo en su momento con un joven Pablo Trapero, con “Mundo Grúa”, cuando puso todas las fichas a “La ciénaga” de Lucrecia Martel, o cuando por los ´80 formó la dupla con María Luisa Bemberg, con títulos que dejaron marca, como “Camila”, lo que se llamó Nuevo Cine Argentino. Con Lucrecia Martel sigue trabajando, ahora está armando la posibilidad de hacer una película de mucha producción, “muy cara, muy grande, porque es una película que transcurre en 1790, Zama, la adaptación de la novela de Antonio Di Benedetto, que es alucinante es una de las grandes novelas latinoamericanas de todos los tiempos, pero es un proyecto grande, que tenemos que hacer coproducción con otros países, con España, Francia y Brasil”. Lita fue pionera en la época en que la industria cinematográfica era un lugar donde los hombres pisaban fuerte y fue ella la primera mujer inscripta como jefa de producción.
-Muchos la califican como “la reina Midas”, ¿se hace cargo de ese apelativo?
-No, tendría que hacer mucho dinero con ese apelativo, aunque he tenido películas que han funcionado muy bien. Una que funcionó fantástico fue Camila, fue increíble pero con las otras es más arriesgado a veces. Mal, mal no me ha ido, hay películas pequeñas que tienen un recorrido más pequeño.
–Le gusta esa adrenalina del riesgo, ¿cómo la transita?
– Me gusta hacer películas de autor, producirlas. Y me gusta esto de la primera película cuando hay una persona que considero talentosa, como en este caso María Florencia Álvarez, de la que vi tres cortos que realmente me encantaron. Entonces me pareció que quería producirla de la misma manera que cuando vi “Rey muerto” de Lucrecia Martel, y pensé que quería hacer la primera película de Lucrecia y fue “La ciénaga”.
–En alguna entrevista dijo que no se fija tanto en las historias sino que la película sea necesaria. ¿Qué es necesario contar en este momento?
-En una época uno estaba más en un cine más político y le parecía que con el cine iba a hacer la revolución. Hoy en día yo creo que las películas necesarias son aquellas que pueden de alguna manera transformar a la persona que las ve, que el espectador salga entendiendo algo más de la vida. En el caso de “Habi, la extranjera”, lo que me pasó es que es una película que trata sobre un mundo poco conocido que es el mundo islámico, me parecía que era necesario conocer sin prejuicios ese mundo en la Argentina. Una cosa es lo que puede pasar en cuanto a seres violentos y otra cosa es la comunidad, como no conozco nada de ese mundo acá, me parecía que era interesante y estoy muy contenta de haberla hecho.
-¿Cómo afecta toda esta crisis global en la producción de cine?
-Es un momento complicado para estrenar porque lamentablemente está pasando algo que no se daba en Argentina, sino en otros países de Latinoamérica, y es que el cine americano ha copado bastante y el público que ve otros cines ha disminuido mucho. Y en Argentina está pasando ahora, hace veinte años se veía mucho cine europeo, y las películas argentinas también, bueno, en este caso dependen bastante del casting. Lo que pasa es que en el cine se juega mucho en la primera semana, si no hace la cantidad grande de espectadores pasan desapercibidas, se necesita provocar el boca a boca. Y el boca a boca funciona cuando la película es buena.
-¿Y cómo ve hoy al cine argentino?
-El cine argentino pasa momentos. Creo que a veces las crisis son favorecedoras del arte, porque lo que pasó acá en el año 2000 con las crisis, hizo que surgieran directores bastantes interesantes como Trapero, que habla de un hombre sin trabajo, o Lucrecia Martel que habla de una clase media que se está yendo al… Y no veo hoy un momento como en el año 2000, veo unos cuantos documentalistas muy buenos. Las películas que vi el año pasado me gustaron unos cuantos documentales, me gustó muchísimo, El etnógrafo me gustó muchísimo, La chica del sur. Pero, me parece que dentro de estas películas de historias más pequeñas no hay algo tan fuerte como fue principio del 2000.
-¿Es de hacer balances?
-Sí, bueno, no te puedo decir que no sienta que los años pasan y que uno dice: cuánto me queda. Para mí lo importante es estar en actividad y de pronto poder sentir que uno puede hacer posible que una persona como María Florencia haga una película.
-Ya que no le va el título de “reina Midas”, ¿se siente mecenas?
-Es muy grande ese título.
–Con todas las películas que hizo ¿qué queda en el baúl de los proyectos por realizar?
-Siempre quise hacer una película sobre Mariano Moreno.
-¿Por qué ese personaje?
-Porque de alguna manera me parece un personaje que murió muy joven, era muy apasionado y que vivió en un momento en que parecía que una revolución era posible y se entrego totalmente a eso de una manera muy especial. Me gusta mucho Moreno, parece un personaje muy interesante.
-¿Y alguna mujer… más allá de Camila, de ahora más de la modernidad?
-Ya María Luisa (Bemberg) hizo a Sor Juana Inés de la Cruz, que es la figura de Latinoamérica fundamental, pero de ahora… No sé (piensa), admiro a muchas mujeres, pero no sé si podría hacer una película sobre Griselda Gambaro, por ejemplo, que es un personaje que admiro un montón. Me interesan las mujeres que pelean por la naturaleza, como las que están en contra de las minas a cielo abierto, que están en esa pelea. Y, en general, lo que siento es que en todas las movilizaciones donde se exige algo justo la mujer es protagonista. Sobre todo cuando el pedido viene de sectores más humildes, la mujer es la persona más fuerte de los reclamos.
A flor de piel. Desde una pared del negocio de sus padres las caras en blanco y negro de los artistas de la época de oro del cine argentino, la veían pasar una y otra vez. Las horas dedicadas a ver películas en algún cine de barrio, esos con función continuada de Parque Chás, fueron creciendo minuto a minuto. Ser amiga de la hija del dueño del cine ayudaba a entrar gratis, algo que la economía de los Stantic agradecía. Pero su pasión traspasaba los límites del cine. “Cuando yo estaba en la escuela secundaria, en el Comercial Nro. 7, como era la cinéfila, anotaba en el pizarrón cosas, por ejemplo, René Clair dijo que “el cine es automóvil y poema”. Y eso lo anoté en el pizarrón y llegó uno de los profesores y se quedó un ahora discutiendo por qué era automóvil y poema. Y mis compañeras me alentaban a que escribiera cosas para que no tomaran lección. Después, por ejemplo, recomendaba películas de Bermang y venía la profesora de Contabilidad y armaba un escándalo porque cómo adolescentes veían esas películas”, recuerda. A veces las vocaciones para despegar requieren muchas horas de vuelo y ella tuvo muchas sentadas en la oscuridad de las butacas. Pero, un día se dio cuenta que no sólo vería películas, ella quería hacerlas.
– Siempre cuenta que iba con sus hermanas y mamá a ver películas. ¿Hablaban después de verlas o sólo se restringían a ver la proyección?
-Mi madre es hija de campesinos, mi padre también, eran dos hijos de campesinos que vinieron de Eslovenia a los veinte años. Tenía escuela primaria, había más bien un acercamiento al cine a través del fanatismo por ciertos actores. Naturalmente les gustaba el cine argentino, que era el de los ’40 que fue una época de gloria. Teníamos en casa en el negocio, una pared que tenía todas fotos que les daba don Angeles Perotti, el dueño del cine, que eran las fotos de la cartelera en blanco y negro.
-La única película que dirigió “Un muro de silencio, donde se plantea el tema del olvido, tiene que ver con algo que le pasó en su vida, la desaparición del padre de su hija, Pablo Szir. ¿Se puede olvidar?
-Posiblemente en un momento dirigí una película de alguien que quería olvidar, pero en la película quedaba claro que es imposible olvidar. La sanidad está en el descarte del olvido, que querer olvidar enferma, de alguna manera. La única forma de sobrevivir es con la memoria. Me parece que todos lo de los juicios es algo fantástico, que tendrían que haber ocurrido antes, estoy totalmente de acuerdo.
-¿Pudo cerrar esa herida?
-Sí, aunque siempre es algo que está ahí. Creo que de alguna manera fue una necesidad, porque fue la primera y última que dirigí en la vida, eso era lo que tenía que contar.
-¿En qué momento de su vida está?
-Pienso que estoy viva y quiero seguir haciendo cosas.
-¿Le tiene miedo a la muerte?
-La pucha, mirá que te puedo decir, depende del día. A veces uno está más zen, pero evidentemente cuando se hace análisis de algo todos los años está ahí más pendiente.
-¿Es religiosa?
-No, soy ecléctica, pero cálculo que en el momento de la muerte me volveré religiosa.
Publicada en Revista 7 Días – 26 de mayo 2013.