Mujeres con vuelo propio

De 1.700 pilotos en actividad en la Argentina, sólo 17 pertenecen al sexo femenino. Cuatro de ellas cuentan sus historias sostenidas por la vocación de volar más allá de los sueños.

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Que las mujeres levantaron vuelo no es ninguna novedad. Pero en este caso, va más allá de la metáfora sobre la liberación femenina, se trata de algo literal. Así como se fueron incorporando en diferentes trabajos también comandan aviones comerciales. Por supuesto, como en otras tareas copadas por la mano masculina, el índice es bajo: en la Argentina hay en actividad unos 1.700 pilotos de líneas aéreas que operan en el país y sólo 17 son mujeres. El promedio en edad para ellas es de 37 años, mientras que para los hombres ronda los 43 años. Este escaso 1% de mujeres al mando de un avión en muchos casos alimentó su vocacion en la niñez mirando aviones, otros fue por la profesión de su papá, o viene de familia, pero en todos primó la vocación antes que todas las trabas que pudieran existir para cumplir el sueño de volar, sólo por ser mujer.

Comandante internacional. Pasaron muchos años, desde que a los 6, Viviana Benavente, hoy de 45, miraba por la ventanilla de un avión las montañas nevadas de la cordillera. “Me enamoré, todo era fascinante. Mi papá era marino y cuando a los 10 años le dije que me encantaban los aviones y quería ser azafata me contestó: ‘si te gustan los aviones por qué no ser piloto en vez de azafata’”, recuerda. Fue entonces cuando con total inocencia le preguntó a su papá si las mujeres piloto se podían casar. “Me dijo: ‘si ellas quieren sí’. Ahí decidí que iba a ser piloto y cuando se enteró mi abuela materna me mostró una foto de ella en un biplano, resulta que había hecho el curso de vuelo en la época de Carola Lorenzini y después como era muy caro no pudo seguir. Mi abuela fue la más entusiasmada en la familia cuando decidí empezar a volar”, cuenta Viviana.

A los 17 años hizo el primer curso y se recibió de piloto privado en el Aeroclub de La Matanza, luego vinieron los cursos para ser piloto comercial e instructora de vuelo en la Escuela Aerokern en el Aeropuerto de Don Torcuato, que ya no existe. En esa misma escuela tuvo su primer trabajo aeronáutico como instructora de vuelo y también conoció a su marido piloto en actividad en Aerolíneas Argentinas. Después de ocho años de juntar horas de vuelo y hacer cursos teóricos mientras trabajaba como secretaria bilingüe, en 1995 ingresó en LAPA como piloto de Boeing 737, dos años después se pasó a Aerolíneas Argentinas con el mismo cargo, donde voló 8 años como copiloto de Airbus 340 en vuelos internacionales. En 2007 se convirtió en la primera mujer comandante de esa compañía en volar un Boeing 737. “Fue el mayor desafío para mí, sentía que era algo que tenía que demostrarme a mí misma”, confiesa. Ahora es comandante de Airbus 340, un avión de 4 motores, de última tecnología (tiene “joystick” en vez del comando tradicional, pantallas, computadoras) lleva 300 pasajeros y hace vuelos internacionales. “Mi primer vuelo en línea aérea lo viví con mucho entusiasmo, pero también con mucha preocupación por estar a la altura de las circunstancias, cosa que obviamente llevó su tiempo, es una actividad muy exigente y que demanda muchas horas de entrenamiento y estudio”, sostiene Viviana. Uno de los momentos más felices vividos arriba de un avión, fue en abril del año pasado. “Cuando me tocó volar con una copiloto mujer y se dio que la tripulación fue enteramente femenina, fue el primer vuelo de este tipo en Aerolíneas”, se enorgullece la comandante.

Los aviones de la niñez. La vocación de volar de Andrea Gonçalves, actual copiloto de Airbus 320 de LAN, empezó también desde muy chiquita y un poco a través de los ojos de su papá. Vivía en Monte Grande, muy cerca de Ezeiza y escuchaba pasar los aviones todo el tiempo. Uno y otro día los veía. “Especialmente recuerdo subir a la terraza de casa, por la tarde y encontrarlo a mi padre mirando al cielo, de repente se veía atravesado por esos tremendos ‘Jumbos’ que provocaban temblores en todas las ventanas de mi casa. Me encantaba compartir esos momentos con él, hasta se sabía qué hora era de acuerdo a las compañías aéreas, ¡era buenísimo!”, recuerda Andrea. Desde esas imágenes de la niñez hasta su primer vuelo en abril de 2006 pasaron años, donde la preparación para piloto comercial no fue fácil. Se fue a estudiar a Estados Unidos, vivió en Nueva York, luego fue a California. Fue ahí, en San José, una ciudad a una hora al sur de San Francisco, que empezó con el curso de piloto privado, un abril del 2001. “El 10 de septiembre 2001, justo un día antes del terrible y memorable ataque a las Torres Gemelas, tuve mi primer examen para piloto privado”, cuenta Andrea. Ésta fue la primera licencia de muchas otras requeridas para llegar a tener la oportunidad de entrar a volar en una compañía aérea. “Seguí volando, y volando. Empecé con el querido Cessna 152, una avioneta de 2 asientos, luego un Cessna 172, de 4 asientos, Piper Seneca, Beachcraft Baron, Traveler, entre otros. Fui instructora de vuelo, algo que disfrute muchísimo. También volé para ‘Traffic Watch’, una empresa de avionetas que volábamos para una emisora de radio y reportábamos el estado del tráfico de las autopistas de California del Norte, en las horas pico. Así volaba y juntaba horas para mi libro de vuelo y experiencia para algún día llegar a volar en una línea aérea, mi gran sueño”.

Juntar horas de vuelo se convirtió en una meta que pudo cumplir. “Recuerdo que mi primer vuelo en una línea aérea fue en abril del 2006, en American Eagle, la compañía commuter de American Airlines. Volaba el Embraer 145, basada en La Guardia, Nueva York. Estaba sentada en el cockpit del avión y sentí que por fin estaba en el lugar que había soñado estar durante mucho tiempo, una línea aérea. Mi primer vuelo estuvo lleno de emociones, desafíos y alegría. Despegué de La Guardia y la salida fue hacia la ciudad de Manhattan. Increíble”, asegura la piloto de LAN.

Luego de vivir 10 años en Estados Unidos, decidió volver a la Argentina. “En ese momento LAN no estaba entrevistando pilotos. Entonces decidí seguir acumulando experiencia de vuelo y tuve la oportunidad de volar un LearJet 31, un jet privado para una empresa en la cual aprendí muchísimo”, sostiene Andrea, quien puede decir con orgullo que es la primera que quedó embarazada en actividad y a partir de esto se hizo un convenio especial para mujeres entre la compañía y APLA. El compañero “que eligió en la vida” comparte la profesión, él también vuela.

En su hoja de ruta hubo momentos felices y no tanto. “Tal vez el momento más difícil al mando de un avión que me tocó vivir fue una situación de emergencia con muy poca experiencia. Estaba aterrizando en Carolina del Norte, con un avión full de pasajeros cuando toca la rueda de nariz, el avión perdió direccionalidad y nos despistamos. Pudimos frenar el avión, sin ocasionar daños a la aeronave ni a los pasajeros a bordo”, relata Andrea. Unos de los momentos más felices fue el día que pudo llevar a volar a sus padres. Un atardecer sobre el puente Golden Gate en San Francisco, California, “donde veíamos el océano Pacífico por un lado y los acantilados por el otro. Inolvidable”.

Al lado de papá. En la historia de la piloto de la línea aérea GOL, la brasileña Paula Ribeiro Petean, también tuvo mucho que ver su papá José Carlos Petean, hoy comandante en la misma compañía. “Desde pequeña siempre tuve la oportunidad y el placer de volar junto a mi padre. Hice muchos cursos y estudié, pero siempre que podía estaba allí sentada al lado de mi padre, en un avión monomotor, recibiendo instrucción de cómo pilotear”, cuenta Paula. Luego de todas esas horas por el aire compartidas con su papá, se decidió a empezar el curso de piloto privado como un hobby, para tener el brevet y poder volar sola. Fue en esa época que tuvo la certeza que estaba siguiendo su camino. “Así que fui e hice el curso de piloto comercial de avión, instructor de vuelo y piloto de transporte de línea aérea”, remarca. En 2008 Gol la llamó para hacer la selección, pasó todas las entrevistas, pruebas y prácticas de horas de entrenamiento en el simulador. Con todo aprobado y cumplido se unió a la compañía. Su primer vuelo comercial lo realizó en Marzo de 2009. “Yo todavía estaba volando con un instructor y, por primera vez, tenía el control de la aeronave durante el vuelo. Fue una maravillosa sensación de logro y satisfacción”, recuerda.

Licencia para volar. A diferencia de las pilotos de líneas comerciales, Lucía Martín está estudiando para serlo. Hoy tiene 23 años, vive en Parque Patricios y trabaja como empleada administrativa desde el 2005, pero sobre todo tiene un sueño máximo: “Volar un avión de línea”. Y está haciendo todo para llevarlo a cabo. Viene de una familia donde hay varios pilotos y mucha gente que trabaja en actividades relacionadas, pero así y todo, durante mucho tiempo no vio como una posibilidad dedicarse a volar. “Porque lo tenía registrado como una actividad para la que se necesitaba alguna especie de cualidad extra y ni hablar de dedicarse a volar siendo mujer. Pero un día me decidí, dejé el CBC en la UBA y llegué a Zárate, que es donde me subí al LV – NUF (pa11-115) por primera vez para enamorarme”, confiesa. Tal como sucede en todos los casos, la carrera se va construyendo con la sumatoria de horas y en sus respectivos exámenes teóricos. Cada tanta cantidad de horas se alcanza una nueva habilitación o etapa, examen mediante. Muchas de esas horas de vuelo fueron en el aeródromo de Zárate, en la escuela de vuelo Aero Chenaut, donde pasaría sus mañanas y su tardes de fin de semana por más de tres años. Luego llegó el examen de piloto privado a las 40 horas de instrucción y también obtuvo la licencia de PCA (Piloto Comercial de Avión), para la que se necesitan 200 horas de vuelo. “El rendirla significaba tomarse muy en serio las cosas, ya que había que realizar muchas horas específicas (horas de simulador terrestre, horas de vuelo nocturno, con capota) y un curso teórico que dura de 6 meses a un año, dependiendo de la modalidad de cursada y dónde se haga. Pasé la teoría, pasé el examen, me recibí de piloto comercial y aquí sigo. En este momento me encuentro enfrentando el desafío de estudiar para la licencia de Instructora de vuelo, que planeo llegará a fines de este año junto con las 500 horas necesarias para rendir el práctico”, resume Lucía todos sus pasos para seguir su sueño de volar.

Un 1% con garra. El que haya volado en un avión comandado por una mujer, sabe que cuando se presentan y saludan a los pasajeros por el altavoz, se escucha un murmullo de sorpresa. ¿El comandante es una mujer? “Los pasajeros se sorprenden al ver a una mujer al mando de una aeronave, pero nunca con prejuicios, sino con admiración”, señala Paula Ribeiro Petean, de Gol. Todas coinciden en que disfrutan trabajar en un medio donde la mayoría de sus compañeros son hombres, y en que nunca fueron discriminadas. “Todo lo contrario, yo desempeño una función y como profesional soy respetada. También como mujer me he sentido cuidada, no sólo por los comandantes sino también por los tripulantes. Es un ambiente de trabajo excelente”, reconoce Andrea Gonçalves.

“Trabajar en un medio tradicionalmente de hombres fue natural para mí desde el comienzo ya que había muy poquitas mujeres y nunca me tocó coincidir con ninguna hasta después de muchos años, Así que en realidad era más raro para ellos que no estaban acostumbrados a tener una mujer sentada al lado”, arriesga Viviana Benavente. Algo parecido sostiene Paula Ribeiro: “En el lugar de trabajo, los hombres reconocen ahora que estamos por vocación y amor por la profesión, haciendo nuestro mejor esfuerzo, como lo hacen ellos”.

Publicado Revista  7 DíAS Junio 2012

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