Annecy, la Venecia de los Alpes

A sólo 35 kilómetros de Ginebra se descubre esta pequeña ciudad francesa plagada de castillos. Un gran lago y pintorescos canales completan la postal de un lugar con todo el encanto medieval.

Foto y texto: Susana Parejas

La propuesta es buena. Salir de las nubes grises que opacan el cielo de Ginebra, algo común para esta época del año: otoño, para llegar a un pueblito enclavado   en los Alpes, donde el sol parece estar garantizado, por lo menos por el día de hoy. Más aun cuando se descubre que la distancia no es grande, unos 35 kilómetros. Y todavía más cuando se anuncia que el lugar se llama “la Venecia de los Alpes”. Porque Annecy, tal el nombre de la ciudad francesa  a visitar, ostenta ese título.

A medida que se avanza por la ruta, el sol empieza a borrar las nubes grises, y el verde  de  la campiña franco-suiza comienza a verse a los costados del camino, y como fondo, las montañas que siempre acompañan. La llegada a Annecy deja en claro que todo lo prometido se cumple.

Sin dudas es una ciudad que conservó todo el espíritu medieval sin perder para nada su encanto. A pesar de ser destruida por los bárbaros en el año 267 fue reconstruida posteriormente por los romanos con el nombre de villa Anniciaca y se convirtió a partir del siglo XII en el centro de intensas actividades artesanales e industriales. Está ubicada en el extremo norte del lago de Annecy, justo en su desembocadura natural, y es recorrida en su parte central por el río Thiou, canal al cual el lago vierte sus aguas.

Tal como en Venecia, la recorren va rios canales formando laberintos. Claro, que nada tienen que ver con la impronta italiana, aquí son más pequeños y rodeados de una construcción que mucho tiene que ver con el origen medieval de la ciudad. Para completar este paisaje de cuento de hadas en casi todos los puentes y barandas que rodean los canales hay colocadas macetas con flores de todos colores. Postal que se llevan en sus cámaras todos los turistas.

Imperdibles. El lago, el segundo más grande de Francia, se recuesta sobre un lado de la ciudad; al fondo, el verde de los Alpes le da el entorno perfecto a esas aguas transparentes, que tienen la fama de ser una de las más limpias del mundo. A través de una caminata por su paseo costero, se ven gran cantidad de botes para alquilar, también se ofrecen tours de navegación, ya sea en embarcaciones a vela o a motor, muchas de ellas incluyen comida. El lugar es ideal, también, para recorrerlo montado en una bicicleta: una forma de transporte que es adoptada por muchos.

Uno de los puntos turísticos es “Le pont des Amours”, un puente situado en el canal de la Vasse y que tiene una historia detrás. Según cuentan, este puente debe su nombre a su ocupación anterior ya que había sido un lugar para ir al encuentro de las prostitutas. Nada de esto impide que hoy se respete la leyenda de que si dos enamora

dos se besan sobre él permanecerán juntos para toda la vida. Algo que muchos refuerzan colocando candados en las barandas.

Otro de los lugares ícono de la pequeña ciudad es el Palacio de l’Isle, también llamado “de  las antiguas prisiones”, sin duda uno de los monumentos más fotografiados de Francia. Se trata de un castillo en el centro del canal Thiou, construido en 1132, cuya forma triangular se asemeja a la proa de una galera anclada en el río. Fue la residencia principal del Señor de Annecy en el siglo XII, pero luego pasó por otros usos: Palacio de Justicia, casa de la Moneda, cárcel desde la Edad Media hasta el año 1865 y también durante la Segunda Guerra Mundial. El Palacio de l’Isle fue clasificado como monumento histórico en el año 1900 y hoy en día alberga un museo de historia local.  También se encuentra al borde del lago el castillo de Annecy, una construcción del siglo XII, que fue usada como residencia de los condes de Ginebra, hoy es un Museo y Conservatorio de Arte e Historia de Annecy y la Oficina Regional de los Lagos Alpinos.

Para completar el apelativo de ser la Venecia de los Alpes, todos los años en los primeros días de marzo se realizan los carnavales venecianos, con trajes que sí tienen mucho que ver con los modelos italianos.

Una recorrida a pie por la ciudad vieja, repleta de pasadizos y callecitas empedradas,  pone en contacto con tiendas donde se venden productos regionales, souvenirs, y ropa, entre ellas cafecitos y bares ofrecen variadas propuestas gastronómicas, y un buen lugar para descansar tomando un café o un buen vino, mientras el sol comienza a abandonar este lugar donde el tiempo parece haberse tomado.

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