«Me he dado a conocer como soy». Ricardo Darín

Esta semana Ricardo Darín estrena nuevo protagónico en cine, dirigido por su amigo Sebastián Borensztein. En una charla íntima, reniega de los argentinos «turistas» y de ser un tipo «conocido». Las mujeres y su papá en su vida, y por qué no vuelve a la TV.
ricardo darin

Por Susana Parejas  Foto: Margarita FracTman

Cuando se le dice a Ricardo que es canchero, él rápido contesta: «Me hago el canchero». Pero no se le cree. Vestido con jean, remera y zapatillas, su look más común y casi el único -«siempre me pongo lo mismo»- contrasta con la magnificencia del entorno donde transcurre la charla. La Mansión del Four Seasons marca aún más su costado de pibe de barrio que mantiene a sus 54, con su picardía callejera, que le hace decir «guita», «sope» o «mosca», y hasta putear con gracia intrínseca, como muchos de sus personajes. La Real Academia de la Lengua Española define al canchero como «ducho y experto en determinada actividad», y el Diccionario de Lunfardo, como «conocedor». Y a esta altura, con un Oscar debajo del brazo, con una lista de películas que recorrieron el mundo, algunas ya de culto, y con un nuevo estreno en la mira, el 24 de marzo: la película Un cuento chino de Sebastián Borensztein, el calificativo le calza perfecto. Ricardo es canchero. Aunque él diga que se hace.

-¿Cómo hace para que la gente no se canse de usted? 

-No sé si ya no se cansó, ya lo veremos. En algún momento se van a cansar y dirán: «¡Bueno, basta con éste!». Espero que no sea en esta oportunidad, que me den otra chance, tengo dos pibes. No sé, creo que eso depende, en gran medida, lo que hace cada uno de nosotros. Por lo menos, yo como espectador valoro mucho cuando veo que alguien, si me cae bien y me gusta como labura, está en movimiento. Si lo veo hacer siempre lo mismo ahí me empiezo a poner un poco nervioso. Hay tipos que admiro profundamente, que los veo hacer siempre lo mismo, y me digo: «Macho, estás laburando sólo por la guita». Tipos que no necesitan porque facturan muy groso; son tipos que ganan millones y millones de dólares por película y vos decís: ¿con qué necesidad?, ¿esa voracidad capitalista a qué conduce? Cuando perdés el apetito artístico, la motivación artística, queda solamente la mosca. Y ahí se pone feo.

-La gente se identifica con usted, hay como una familiaridad. ¿Es tan argentino cómo parece? 

-A pesar de que, honestamente, yo me siento argentino, me parece que no coincido mucho con el perfil del argentino, sobre todo del que sale del país. Y ahí hay otro problema. El turista ni hablar; me ponen muy nerviosos los que andan a los gritos por los aeropuertos. Me peleo y hasta discuto con ellos.

-¿Qué es lo que más le molesta, que sean fanfarrones?

-No pasa por eso, sino por un afán de notoriedad. Un afán de «acá estoy yo, pagué el pasaje y quiero que todo el mundo lo sepa». Y es una cosa rarísima porque nosotros somos gente buena. Los latinos, en general, es gente con la que vos podés contar, es gente cálida, de la que no se ve mucho por el mundo. Generalmente, cuando empezás a viajar y andás por todos lados, te das cuenta de que hay culturas que son más proclives a darte una mano que otras. Hay algunas que te dicen: «¡qué te garúe finito!». Nosotros no somos así, somos gente muy amable. El tema nuestro es cuando estamos en un número, cuando somos un grupo itinerante, ahí se complica.

-¿Por qué le parece que los argentinos tenemos ese afán de notoriedad? 

-Ésa es una cosa que tenemos heredadas de nuestra veta itálica, y de acá nos vamos a ir a la mierda, porque este camino cada vez que lo agarro no vuelvo nunca más. Y lo voy a repetir hasta el cansancio, hasta el ataúd lo voy a repetir, cuando me estén poniendo la tapa en el ataúd, voy a asomar la cabecita diciéndolo: «la gente no sabe que el anonimato es uno de los bienes más preciados que tiene el ser humano».

-Muchos piensan justamente lo contrario. 

-Porque, casi generalmente, sea cual fuere la actividad a la que te dediqués, lo que buscás es ser reconocido por tal. Esto deriva en una especie de afán de notoriedad, y eso es una cosa, ser reconocido por tu trabajo, es una medida y está muy bien, es un punto. De ahí a caminar por la calle y que todos sepan cómo te llamás, y vos no sepas como se llama nadie, eso está mal. No es natural. Y está todo bien, y todos creen: ¡ay, qué divino! No, de divino no tiene un sorete. Es terrible, no tiene nada que ver con nada, sobre todo cuando te toca arrastrarlo toda una vida. ¿Sabés lo que es toda una vida siendo conocido? No digo famoso, porque detesto el término. Que no podés ir a ningún lado, estar sentado con tu mujer en un bar y que nadie te esté mirando y que puedas tomarla de la mano y no tener la cámara afuera.

-La exposición es una de las reglas del juego al ser actor, ¿no se terminó por acostumbrar? 

-Más que acostumbrarse, hay que vacunarse a eso, tenés que generar un anticuerpo. Y el anticuerpo es… que yo no voy a lugares donde hay mucha gente que quiere ver a la gente famosa. No voy ahí, me voy a un sótano. Todo el mundo se preguntó por qué le pasó lo que le pasó a Maradona. Porque no podía ir a ninguna parte del mundo, si se tiraba en un paracaídas en el Congo, había cinco mil boludos abajo, gritando: ¡Diegooo, Diegoooo!, por eso vivía encerrado. Es así, y la gente no lo puede entender, cree que lo más maravilloso que te puede pasar es ser conocido. Y fijate hasta qué punto puede estar deformada la realidad, que vos le preguntás a un chico qué quiere ser y no te dice, quiero ser músico, actor, pintor, te dice: «quiero ser famoso». Y eso es culpa nuestra, porque el mensaje le llegó así, deformado.

-Entonces ni hablar de dedicarse a la política, ¿le ofrecieron alguna vez un cargo? 

-Sí, claro. Pero me cuesta mucho ponerme de acuerdo con los demás, sobre todo con los que están de acuerdo conmigo (risas). Yo soy cuentapropista.

-Y, además, «operaprimista». ¿Cuántas óperas prima hizo? 

-Soy «operaprimista» por excelencia, y también soy hipermétrope y perito mercantil.

-¿Es perito mercantil? 

-No, no soy, pero me gusta decirlo, porque me gusta el término.

-Pero sí leí que es bradicárdico (el corazón late muy lento), añádalo a la lista. 

-Soy cuentapropista, perito mercantil, bradicárdico, hipermétrope y operaprimista. ¡Buenísimo!

-Puede contar todo esto en sus memorias, ¿le gustaría escribirlas? 

-¡Nooooo!, no me considero para nada merecedor, ¡qué le voy a contar nada a quién!, es ridículo.

De profesión, actor.

«Esta historia es un cuento simple», resume Ricardo al hablar de su nueva película. Se compenetra en el tema, y la pasión inunda la pomposa habitación. «Vamos a presenciar el camino durante ocho días de convivencia de Roberto (mi personaje) junto al chino Jun, sin hablar ninguno el idioma del otro. Le pasa de todo con esta relación, sufre entusiasmos y decepciones permanentemente. Y al mismo tiempo lo que no sabemos es que Jun lo está observando, lo está estudiando, y sobre el final de la película, nos vamos a dar cuenta hasta qué punto, porque termina, casi te diría, iluminando la vida de Roberto.-¿Y quién iluminó su vida para elegir este proyecto? -Sebastián Borensztein me iluminó.-Ustedes son amigos. -Sí, somos amigos desde hace mucho, yo lo quiero mucho, quiero a su familia, a su madre, quería mucho a su padre.

-Igual pueden ser muy amigos pero si le trae un bodrio no lo va a hacer… 
-No, por supuesto, eso ya me ha pasado.

-¿Y cómo se le dice a un amigo eso? 
-Hay distintos momentos de la vida, hay momentos en que no sabés cómo se hace y otros que sí. Le decís: «Mirá te quiero mucho, te invito a comer una porción de pizza pero no voy a ser de la partida».

-Eso es ser buen amigo. 

-Es ser bueno con uno, básicamente. Para ser bueno con los demás, hay que ser bueno con uno. Acá me encantó lo que Sebastián me contó. Nos divertimos mucho. Nos juntábamos todos los miércoles a comer unas provoletas en una parrilla y ahí intercambiábamos información y fantaseábamos con esto y lo otro. Los dos solos, no había nadie más. Lo glorioso que tiene este laburo es que esto empezó con dos tipos sentados en un bar diciendo: «qué bueno sería hacer…» y hoy estamos frente a un hecho consumado. Y es titánico porque es mucho tiempo y mucho laburo.

-A esta altura, ¿está para registrar un método Darín de actuación? 

-No hice mi propio método, tuve la inmensa fortuna, que tuvieron muchos otros, cuando no existían tantas escuelas de teatro, de aprender el oficio en la cancha, en el terreno. Yo me críe entre actores, era una pulga que medía 15 centímetros en el piso y estaba rodeado de Héctor Alterio, Norma Aleandro, Alfredón Alcón, Lautaro Murúa, Carlos Carella, Oscar Ferrigno, mis viejos… Yo tuve la chance de poder ver de qué se trataba el oficio sin que ellos lo notaran, ellos me mostraron todos los trucos sin darse cuenta. Estaba ahí en la cocina. Lo que digo siempre es que no tengo formación académica, pero escuela no me atrevo a decir que no tengo.

-Si de mamar profesiones se trató, su papá también era aviador, pudo haber salido piloto. 

-Sí, mi papá era aviador, y además era instructor. Sabés por qué no seguí yo, porque mi papá tuvo un accidente aéreo. Afortunadamente no se mató, pero creo que fue lo que decretó el alejamiento de mi viejo de la actividad. Cuando yo tenía 7 u 8 años estábamos en un avión que era doble comando, él iba adelante y yo atrás. Y en un momento me dijo: «Bueno, ahora manejás vos». Yo no le creí, «dale, si sos vos». «Ah, ¿soy yo?», me dijo y levantó las dos manos. Me acuerdo y se me pone la piel de gallina todavía. En el momento que hizo así, me quedé duro, y él me dijo: «Viraje a la derecha». Pero fue la única vez. Mi papá hizo la primera revista de aeronáutica y también la primera de televisión que hubo en el país, se llamaba Televista. Se fundió por supuesto, como casi todo lo que hizo.

-¿Qué le dejó su papá, además de demostrarle que podía volar? 

-Mi papá era un genio, y lo único que quería que yo tuviera un pensamiento libre. Era un loco, un sol, tenía un temperamento fuerte, muy gracioso. Muy gracioso.

-Heredó su gracia, entonces. 

-Él era mucho más gracioso, yo soy medio payaso. Mi papá no era payaso, era gracioso, que no es lo mismo.

-¿Cuánto hace que murió su papá? 

-Veintidós años, falleció el 5 de enero, la noche de Reyes del año 1989, y una semana después nació mi hijo, aguantó todo lo que pudo y no llegó. Se hubieran llevado bien.

-¿Se cruzó con muchas personas en la vida que le hicieron bien? 

-Yo he tenido mucha suerte en todos los aspectos, pero, fundamentalmente, con la gente con la que me he cruzado. Sobre todo con las mujeres con las que me crucé. Los tipos, en gran medida, dependemos de las mujeres con las que nos vamos encontrando en la vida. Las que te educan, las que te enseñan, las que te muestran el camino, de las que podés aprender cómo es tratar a una mujer.

-¿Susana Giménez fue una de esas mujeres? 

-Sin duda. Para que te des una idea, yo tenía auto y no tenía dónde vivir, alquilaba o vivía con un amigo. Ella decía que era un atrasado, me decía: «esto no puede ser más», y me compró mi primer departamento. Me juntó la guita que yo ganaba, y puso lo que hacía falta. Lo primero que hice luego fue devolverle la guita que me había prestado. Si no hubiera sido por ella nunca hubiera tenido un departamento.

-Que usted sea amigo de su ex es muy loable, pero que su mujer también lo sea, lo es más. Muchos no entienden esa familiaridad. 

-Sí, pero Florencia es un crack, Susana la adora. ¡Lo que se caga de risa con Susana, lo que se divierten juntas! La verdad, ojalá pudiéramos pasar más tiempo con ella porque nos divertimos mucho, nos reímos mucho, vemos películas, jugamos a las cartas. Yo desconfío de la gente que después de atravesar una etapa larga con alguien en donde estuvieron tan cerca no puedan ser amigos.

-¿Es bueno ser Darín? 

-Sí, porque a medida que pasa el tiempo me doy cuenta que he tenido la oportunidad de darme a conocer como soy, relacionarme con la gente a partir de cómo soy y no de quién soy. Y porque la verdad que no está tan mal. Todas las dudas, sospechas, torturas que sufrí durante mi adolescencia, donde pensás quién carajo sos, adónde vas, qué querés, a quién respondés y qué sé yo, se han ido disipando lentamente en función de que me doy cuenta que hay algo por encima de mí o por detrás, que me ha ayudado, me ha comprendido, me ha querido. Yo tengo mucha suerte, pero ya no puedo decir más que tengo suerte.

– ¿Por qué le da pudor decir eso? 

-Tuve suerte porque tuve muchas oportunidades. Y este mundo es muy injusto en términos de oportunidades. No hay nada en lo que se noten más las injusticias que en las oportunidades dadas. Sabés la cantidad de pibes, con talentos, con dones, con capacidades especiales que quedan en la red, nada más porque nadie les ofrece una oportunidad. Y ni hablar de todo lo que ocurre en las primeras etapas de la vida, que para que se te desarrolle el cerebro tenés que estar bien alimentado. Pero, además, hay muchas cosas, por pudor, por falta de educación, por estar mirando siempre para afuera, y no para adentro, las dejamos pasar. Porque pensamos que siempre lo mejor está afuera, y por ahí tenemos un pibe que vive a 10 metros de mi casa, y me lo pierdo porque no sé ver. No sabemos ver bien muchas veces, miramos por encima. No sabemos hacer foco.

-¿Y de qué forma agradece todo lo que le pasó? 

-Haciendo que circule, no quedándome con la pelota. La pelota tiene que circular todo el tiempo, si te querés quedar con la pelota es porque crees que vos sos el factótum y ahí la cagás. La pelota tiene que circular, lo que recibís lo tenés que dar.

-La pregunta del millón, pero casi al final. ¿Va a volver a la televisión? 

-¡Noooo, eso ya sería el acabose!, imaginate si estuviera en televisión. La gente me cagaría a patadas en la calle. No, por ahora no. Estoy tranquilo así.

-¿En qué lugar del mundo se siente anónimo? 

-En mi casa la paso bomba, en mi casa puedo todo. En mi casa no soy Ricardo Darín. Soy el verdadero, no el otro.

-Momento, ¿con quién estuve hablando yo?, ¿con el verdadero o con el otro? 

-Y sí… hay uno público y hay otro (silencio). En mi casa soy…, tímido.

-Darín, disculpe, pero eso no se lo creo. 

 
2008 – Revista 7 DIAS.dom

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