“Tiendo a cierta forma solitaria de ser” Diego Peretti

A los 48 años, es uno de los actores más versátiles. Hoy brilla en la calle Corrientes como el protagonista de “Un tranvía llamado deseo”, la multipremiada obra de Tennessee Williams. Cómo vive el papel del intenso Stanley Kowalski, la violencia de género y los derechos de la mujer. Su rol como papá y su otra pasión: el deporte.

Por Susana Parejas

“Él entra por esa puerta, se sienta por este lado del salón”, señala la camarera mientras sirve una lágrima. “Viene siempre acá”, remata cuando se va. La confitería tiene tres puertas y está en el barrio donde él vive, Las Cañitas. El dato fue preciso. Diego Peretti entra por “esa” puerta, a la hora señalada. Lentes negros, jean, campera verde. Es casi el mediodía. En el camarín del teatro Apolo quedaron las musculosas que ya son un símbolo de Stanley Kowalski, el personaje de “Un tranvía llamado deseo”, la obra del autor norteamericano Tennessee Williams. También quedaron los malos modos y la violencia intrínseca del obrero polaco que fluctúa entre el amor de su mujer Stella y la locura de su cuñada Blanche Dubois. Diego es Stanley sobre el escenario. Sólo sobre él.

“Kowalski es poco reflexivo no utiliza el razonamiento ni tiene capacidad de escuchar al otro desarrollada, tiene una reacción más bien intuitiva sobre las situaciones, genera respeto a través de la violencia, tiene un pasado de formación militar, una serie de cosas que hace que sea un personaje seguro de sí mismo. Está armoniosamente casado con su mujer, aunque tienen conflictos vinculares se aman, y de pronto se presenta una personalidad como la de Blanche, completamente diferente a él y pone en riesgo todo su mundo, su entereza, su poética muscular, su soberbia, su forma de ver las cosas”, desgrana Peretti sobre el hombre que encarna por las noches sobre la calle Corrientes al 1300, junto a Erica Rivas, como Blanche.

-¿Fue un gran desafío meterse en un personaje que consagró Marlon Brando?

-El desafío de cualquier personaje. A la hora de sentarse con el grupo y empezar a ensayar y discutir con Veronese (Daniel), hablar con Erica Rivas o interactuar con los demás actores no sirve el miedo, el prurito, el mito o la comparación con Brando Marlon. No tiene productividad. Entonces, eso sucede al principio, “uy sí me van a comparar”, pero una vez que empezaste la carrera hay que correr, no hay que detenerse a pensar nada de eso.

-¿Te importan las críticas?

-Sí, importan. Cada vez quizás las sé leer de una manera más madura. Antes me obsesionaba más.

-¿Te podías llegar a amargar con una mala crítica?

-Oh, sí. El ego se ve un poco herido. Pero, quizás tienen razón. Tal vez es una crítica que uno considera mala en cuanto a la crítica en sí misma, no en cuanto a lo que dice. La crítica es darle la palabra a uno, y el otro no tiene la posibilidad, no de defenderse, pero sí de decir algo con respecto a lo que lee. Pero, ahora la estoy tomando más maduramente.

-¿Estás más seguro de tu trabajo?

-Nunca un actor está seguro. Porque fundamentalmente no es quien se ve, no puede distinguir objetivamente si está bien o está mal. Entonces nunca vas encontrar a un actor seguro de su trabajo, creo que no. Cualquiera que se dedique a algo artístico tiene como mucha incertidumbre del terreno que está pisando.

-¿Y esa seguridad no te la da, en algún punto, el aplauso?

-Depende, si concretamente el aplauso es efusivo te da la seguridad de lo que dura ese aplauso.

Kowalski maltrata a su mujer. Cada día salen a la luz más casos de violencia de género. ¿Qué pensás al respecto?

-Teóricamente tendrían que haber descendido, en la medida que la mujer va ganando en sus derechos en su espacio, que va teniendo más posibilidad de voz, de voto, la resonancia de eso en la célula hogareña tiene que estar presente. Ahora, yo no sé si antes la sumisión provocaba directamente la armonía del silencio en la casa, y ahora que la mujer comienza a alzar la voz, hay más garrotazos. Pero, esta contestación es intuitiva y es muy lejana de lo que pueda ser la verdad. Hay que ser sociólogo y ver estadísticas. Pero, sí creo que el avance de la conquista de los derechos de la mujer es uno de los síntomas de desarrollo de la humanidad. No veo en otros lados símbolos que me esté reflejando que el ser humano se vaya desarrollando espiritualmente, como en la conquista del espacio perdido. Allí me parece que es en el único lugar donde yo veo que hay un avance.

-Él tiene un nivel de frustración cero, ¿qué cosas te sacan a vos?

-Sí, tengo exabruptos. Respeto mucho el espacio de otra persona, respeto mucho la libertad de las otras personas, cuando por algún motivo veo que me quieren manipular o llevar a un lugar donde que doy pruebas que no quiero ir, y cuando no se entiende eso, cuando no hay escucha del otro lado y no hay la misma disposición que yo pongo para tolerar al otro, para entenderlo o comprenderlo, siento como que se desubican y eso me pone bastante nervioso.

-Vayamos al otro extremo, ¿qué cosas te divierten?

 –El absurdo, los chistes más bien simples, cortos, me hacen reír mucho. En general me hacen reír cosas de reacciones humanas que no están enmarcadas en un chiste, me caen simpáticos ciertos momentos, pero la comedia absurda me gusta mucho.

-En la obra usás musculosa y se ven tus músculos trabajados. ¿Entrenás, sos deportista?

-Sí desde siempre. Ahora me voy a natación, por ejemplo. Me encanta el deporte, jugué mucho al fútbol, cuando hago teatro no juego porque no es aconsejable por alguna lesión, pero sino juego en veteranos del Nacional Buenos Aires.

-¿Sos buen jugador, en qué puesto jugás?

-Juego al fútbol muy bien, juego de 2. También jugué semi profesionalmente al volley en River y después hice dos o tres años takewondo, hago pesas. Soy muy deportista.

–  Alguna vez te definiste como: “solitario y familiero, romántico y analítico, y optimista aún en el pesimismo”. ¿Es así?

-O sea englobé todo. Dejé contento a todo el mundo. Ni idea, pero es muy difuso todo eso. Me parece que sobretodo tiendo a cierta forma solitaria de ser.

-Necesitás tus espacios solos, ¿te lo dan tu mujer y tu hija?

-Sí, porque mi hija va al colegio, y mi mujer tiene sus actividades. Y el trabajo de actor es en horarios diferentes.

-¿Y cómo sos como papá?

-Yo creo que muy bueno. No sé como definirme. Salimos mucho con Mora al cine, vamos mucho a librerías, a comprar películas. Me acompaña mucho al teatro, escucha las funciones detrás del escenario, se queda conmigo en el camarín.

-Se sabe la letra…

-Se sabe la letra de “Un tranvía llamado deseo”. En el verano me ayudó a estudiarla. Y está muy atenta, y me dice lo que piensa, y no está mal muchas veces lo que dice.

Tan versátil, como solitario. Diego se crío en el barrio de Constitución, es acuariano del 10 de febrero de 1963. Hijo de Aldo profesor de matemática, física y química del Otto Krause, y de Margarita. “Mi viejo murió en el 92 y mi mamá en el 93. Empecé a ser profesional en teatro en el ’94. No me llegaron a ver. Me hubiera gustado, porque es lo que decidí ser, les hubiera encantado les hubiera llenado de orgullo”, dice Diego. Seguramente, también del premio que recibirá del Konex, como uno de los cien mejores artistas de una década. “Por cine, y por autor por Los Simuladores, es una gran alegría, aparte sé que se da cada diez años, lo recibo con mucho agradecimiento”, agrega Diego.

. Estudió en el Nacional Buenos Aires. “Empecé en el ’76, un quilombo, muy angustiante, no fue la época más brillante del colegio”. Su cintura actoral lo llevo desde hacer al “Tarta” en Poliladrón, al asesino seríal de “Criminal”, o el marido abandonado de  “No soy yo, sos vos”, protagonizar la ópera prima de Darín, “La señal”. Televisión, teatro, cine. Justamente, acaba de filmar junto con Elena Roger. Pero, además, hay un ítem difícil de saltear: estudió Medicina y se especializó en Psiquiatría. Y ejerció. Claro, que la actuación metió la cola. “Un amigo de la secundaria, con quien íbamos a jugar al poker a la casa, en noches de vagancia y atorranteadas, me dijo de estudiar teatro. Empecé con un gran maestro (Raúl Serrano)”.  Y el título quedó guardado, según él, para siempre.

-Muchas veces declaraste que te recibiste de psiquiatra por un mandato familiar. ¿Tenías mucho amor por tus padres, una obediencia muy grande, o una inteligencia suprema?

-Poné todo. Sacá lo de suprema, porque cierta inteligencia tenía. Y también estaba muy liviano, no me había casado, no tenía ningún tipo de obligación. No suelo dormir mucho, y la verdad la Facultad de Medicina me resultó, podría decir fácil. Porque había que estudiar 7 meses y después había 4 meses libres.

 Es todo un tema tu título en Psiquiatría.

-Produce mucha curiosidad el hecho de que yo haya hecho una carrera, como Psiquiatría  y que la haya desplazado por otra cosa.

-¿Por el status quo?

-No lo sé, pero es así. La primera nota que me hicieron en Clarín por “Poliladrón”, el título, era “Psiquiatra de día, ladrón de noche”, porque en esa serie la mayoría de las escena se grababan de noche.

-Pero la vocación de actor pudo más…

-A mi me interesaba mucho la psiquiatría pero me di cuenta de que realmente estaba en duda. Ahora me doy cuenta que lo hice por seguir el deseo de mi padre, es una cuestión más analizada con el tiempo. Con la perspectiva las cosas son más determinantes, en ese momento eran difusas, más ambiguas, más grises, con más contradicción, más sugestión, más dudas. Si me hubiera dado cuenta de que simplemente era el deseo de mi padre, en ese momento le hubiera dicho: “Papá quiero hacer otra cosa”.

En época de facultad fuiste militante político ¿Alguna pensaste volver a militar?

-No, no. Me gusta opinar, tengo opinión pero la política, la partidaria estamos hablando, provoca poca flexibilidad en la opinión. Uno tiene que obedecer órdenes del partido por más que no esté de acuerdo. Me gusta estar a distancia y poder opinar de una manera más limpia, más higiénica.

-¿Tenés una opinión acerca del gobierno?

-Claro que tengo opinión, lo que pasa que hay rubros. Si no estamos en lo mismo, me  gusta Cristina o no me gusta. La política es más compleja. Estoy de acuerdo con algunas cosas que hace, no Cristina, sino el gobierno, con otras hay muchas falencias. Tal vez a nivel comunicación, transporte, hay falencias, en todo lo que son las estadísticas económicas. En salud hay intenciones de hacer mejor las cosas, pero todavía falta mucho. La decisión política en cuanto a los derechos humanos es fuerte creo que con la misma fortaleza se debería hacer en estos rubros.

-¿La votarías a Cristina?

-No sé si ella se postula, cuando se postule veré lo que propone. Hay una deficiencia grande con respecto a la oposición. No hay una oposición tan concientizada hacia un rumbo como el gobierno tiene, que puede estar bien o mal, pero sí se ve un abroquelamiento sólido con respecto al objetivo a seguir, hay fisuras, grietas, pero en general hay una solidez con respecto a decir: “Bueno, muchachos nosotros vamos hacia allá, al que le guste bien o no, pero nosotros vamos hacia allá”. A veces se puede cumplir, a veces no. Pero, en la oposición hay todavía cierto carril que siguen que tiene que ver con “juntémonos para conseguir más votos”. Eso se ve en gente importante que valen, eh, como Stolbizer o Binner, llego hasta…, si se junta con, no. Imagináte a esa gente cuando llegue al gobierno, al siguiente día que llegó hay pelea.

-La última pregunta, ¿estás dónde querés estar?

– Estoy en el lugar que quiero estar y me gusta.

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