“Hay que aceptar el paso del tiempo” Andrea Frigerio

“Hay que aceptar el paso del tiempo”

 A los 50 años la ex modelo, empresaria, actriz y conductora está en su mejor momento. Habla de su villana en “La dueña”, la felicidad por ser abuela, la vejez, la belleza y su rol como ama de casa. “Voy al supermercado todas la semanas, desde hace 30 años”, asegura.

 

Por Susana Parejas   Foto: Euge Kais

Por suerte, el sol dio un respiro al invierno y se animó a entibiar la tarde. En Recoleta la gente va y viene sin fijarse en nada, ni nadie. Pero, cuando ella sale de su auto, casi como si fuera de una propaganda, no pasa desapercibida. Su metro setenta y nueve, superado ampliamente con plataformas, su cabello lacio y largo, su cuerpo espigado, su forma de caminar, heredada de tantas pasarelas, entre felina y femenina, marca la diferencia. Esta imagen glamorosa que se puede tener mirándola o escuchándola, porque Andrea tiene un tono de voz suave, modulado, nada de gritos o palabras feas, vira cuando dice ser una auténtica ama de casa, que va al supermercado, que cocina todos los fines de semana,  pero sólo comidas, porque “no soy buena cocinando repostería, soy buena comiéndola” y que lleva “siempre”  a su hija adolescente a los bailes, “no dejo que vaya en taxi, o remise”.

Y sí, Andrea Frigerio es mamá, esposa, empresaria – tiene la línea de productos de belleza Rose are Roses-, y ahora se da el gusto de actuar componiendo a la malvada y calculadora Lourdes, en la tira de Telefé de los miércoles “La dueña”, al lado de Mirtha Legrand. Su postal familiar se completa con su marido desde hace 20 años, Lucas Bocchino, con quien comparte también trabajo, con quien tuvo a Josefina, hoy transitando la plena adolescencia a sus quince años.  “Fini quiere ser cantante, es muy buena. Va a canto comedia musical”, cuenta Andrea. Y, por supuesto, con Tommy su hijo de su primer matrimonio.

Un flash back a sus inicios, la lleva a un casting que una amiga le propuso. para trabajar en publicidad, hacia muy poquito que había tenido a Tommy, muy joven a los 21.“‘Mirá que si venís acá no vas a hacer de extra, vas a trabajar como modelo, incluso como modelo de alta costura’, me dijeron. Y de ahí me vio Piñeiro y me llamó. La primera nota que le hicieron en la revista Para Ti fue tapa. Y de ahí no paré”, recuerda Andrea sus inicios en el modelaje por los años ‘80. Y no paró.

-¿Es cierto que te morías por hacer de mala?

-Sí, quería porque no me había tocado nunca, siempre me tocaban personajes más menos Andrea Frigerio. Entonces, yo quería hacer algo muy diferente a mi día, así se lo pedí a los productores, hasta que finalmente me llegó. Hay momentos para todo y este llegó, como todo llega.

-Conseguiste por fin hacer una villana, mirá que es mala Lourdes…

-En realidad se termina convirtiendo en una víctima de su marido, del personaje que hace Raúl Taibo, pero esto más adelante. Lo que le pasa a Lourdes es que no quiere caerse socialmente, porque su objetivo era escalar socialmente. Lo logra siendo parte de una familia tan rica como lo es la familia Lacroix, y para conservar ese lugar que tanto le costó no deja de hacer nada de lo que le pide el marido, aún en contra de ella misma, de sus propios valores y su propia personalidad.

-¿En quién te inspiraste? ¿Alguien que conocés?

-Nadie de mi vida real, pero es un tipo de persona que existió a través de la historia en todos los estratos sociales, desde todos lados, en la literatura sobran ejemplos de gente que no pertenece a un círculo social y es capaz de cualquier cosa para lograrlo.

-¿Y cómo repercute en la calle este personaje?

-Yo pensé que iba a repercutir mal, lo esperaba, y sin embargo, no. Lo único que me dicen: “¡Qué mala que sos!”. Algunos me dicen, “no te pega”, otros me dicen, “no sabíamos que podías ser así”, y yo les digo: “yo soy así”.

Dicen que todos tenemos un lado bueno y otro malo. ¿Qué cuota de maldad tenés?

-Yo creo que todos somos todo el espectro de colores. En mi vida, no tengo lugar para tener ese tipo esas reacciones porque tengo una familia divina. Tengo mucha paciencia, soy mamá desde muy chica y ese es un ejercicio para la paciencia. Si uno pasa por la maternidad de chica, se pasan por muchas cosas que se aprenden como a ser mamá, a ser buena, a ser paciente. Con todo eso no hay lugar para otras cosas.

-Vas a ser abuela por primera vez en pocos meses, ¿cómo te pegó el abuelazgo, vas a ser como Susana que no quiere que la llamen así?

-No. Me encanta que me diga abuela. Es un premio. Es mujer, se va a llamar Olivia y la fecha es para el 20 de septiembre, es de Virgo igual que yo. Y es re lindo tener una mujer, me encanta, pensar que voy a tener otra chiquita, porque yo tengo a Fini, pero es tan lindo tener una bebita.

-Vas a ser una abuela muy activa, no parás…

-Siempre estuve con mil cosas, ya desde mi infancia. Soy una mujer que fui educada así, llena de cosas. Cuando yo era chica estudiaba inglés, francés,  piano, guitarra, danza clásica, tenis. No había lugar para ir al tomar el té durante un rato largo a lo de mis amigas, y ahora soy igual, repito el modelo, me cuesta mucho parar.

-Pero, ¿te das lugar para el ocio entre tanto trabajo?

-Los fines de semana o cuando me voy de vacaciones. Pero cuando hago ocio, es un ocio absoluto. Lo que me pasa es que no tengo la capacidad de ir para adelante y parar. Entonces, soy como el rompehielos cuando va, va, y cuando hace un stop para hacer mantenimiento general para por mucho tiempo. Es así, me cuesta mucho ir rápido y parar,  pero cuando le meto pata, le meto pata con todo.

¿De dónde viene este esquema de seguir y seguir…?

-Es un tema que viene de mi infancia, heredado. Mi papá es ingeniero y es un tipo que trabajó muchísimo toda su vida y mi mamá fue maestra rural, muy tenaz, muy consecuente con su trabajo desde muy chica. A los 18 años ella hizo una escuela rural y se iba todos los días a dedo hasta Del Viso, que en esos momentos era un descampado, empezó con un vagón de tren y después terminó con una escuela de esas modelos. Aprendí muchas cosas de ellos.

Hace poco leí en una revista femenina que querías ser perfecta. ¿Crees realmente en la perfección?

-(Risas) Cuando titulan así, parece que quiero ser perfecta físicamente, o quiero el pelo perfecto, la piel, nada más alejado. Esa declaración que parece ser tan exigente consigo misma, no pasa por ahí. Yo quiero ser la mejor versión de mí, creo que Dios me puso sobre la tierra, como a todos nosotros, para que exploremos qué nos hace mejores personas. Y en esa búsqueda yo estoy permanentemente.

¿Sos creyente?

-Tengo una educación católica, soy cristiana, estoy cerca de Dios, siento que Dios me lleva de su mano y yo me dejo llevar. Lo visito a veces en la Iglesia, pero lo tengo conmigo siempre, me siento en oración permanente cuando lo necesito y cuando no lo necesito.

-¿Cómo estás viviendo la adolescencia de Fini?

-No hay choque, lo que si hay por mi parte la intención de cuidarla, porque no está fácil la cosa y ahí está lo difícil de que ella se deja cuidar. Como está creciendo, y me dice, “yo no soy una bebita” y yo la veo como una bebita. Soy una mamá que me gusta estar bien cerca y me gusta llevarla a todos lados y traerla también. No me gusta que la lleve nadie, ni que vaya en remise, ni que vaya sola. El gran tema es ese. Pero la relación es excelente.

Te preocupa cómo están los jóvenes hoy…

-Muchísimo. Me parece que los padres estamos muy ocupados trabajando y mirando otro canal y los chicos tienen la vida muy intensa hoy, muy estimulada con las redes sociales, con los medios de comunicación. Estamos en un mundo muy vertiginoso, que es muy distinto año a año, y es muy distinto que cuándo yo fui adolescente, o incluso de cuando Tommy fue adolescente. Entonces hay que estar aggiornada, hay que estar muy muy “on line”. Hay que estar muy presente de saber lo qué le pasa, qué necesita y que sepa que vos estás, que puede contar con vos para todo.

Hablando de “on line”, como te llevás con la tecnología.

-No te queda otra en este momento. Imaginate, que tengo cinco locales y una empresa, los empleados son de la empresa, no tengo una estructura, entonces hago todo yo.

-¿Cómo surgió este lado empresarial?

-En realidad lo que más surgió es mi lado artístico, porque esto en realidad es una expresión de arte. La perfumería es un lenguaje y es una forma también de comunicarse con la gente y yo soy eso. A mi me encanta comunicarme con la gente, me encanta expresar mis emociones a través de distintos instrumentos. Yo como instrumento artístico, con mis perfumes con los que estoy involucrada en todo, en el laboratorio, la elaboración, en el packaging.

-Tuviste que aprender seguro…

-Yo estudié biología, tengo una formación en Exactas en la Ciudad Universitaria, de cuatro años de laboratorio.

-¿Eras buena alumna?

-Regular, aceptable. No era alumna brillante.

-¿Y dejaste por el modelaje?

-Dejé porque nació Tommy y después empecé a trabajar y tuve suerte y trabajé mucho y no me quedaba tiempo para hacer las tres cosas juntas. Mamá, trabajo, ama de casa… El otro día hacía la cuenta de cuánto hace que voy todas las semanas al supermercado. ¡Hace 30 años que voy al supermercado todas las semanas!

-¿No delegás en nadie?

-Lo único que delego es la lista. Intenté hacerlo online y me vinieron unas porquerías, que no me gustaban. A mi me gusta elegir, lo que come mi familia lo elijo yo.

-¿Cómo hacés para estar tan bien?

-Todo el tiempo estoy pensando cuánto comí. Hoy si comí mucho, como menos, es como una conversación permanente. Y sobre todo qué es lo que necesito, qué es lo que necesita mi cuerpo. Tengo como una conducta, muchas mujeres me dicen: “Ay, contáme cómo es tu secreto”. Y yo le digo, yo te voy a contar pero vos hacélo, porque sino no vas a perder tiempo. Yo soy muy prolija, es como esa gente que tiene un auto antiguo y que lo puede tener hecho pelota o que lo tiene impecable y lo cuida. Yo lo tengo impecable. No dejo de ir al dentista, al ginecólogo, al dermatólogo. Yo estoy conectada, sin ser obsesiva.

-¿Te hiciste cirugías?

-No, por ahora ninguna. Creo que no me haría, me da miedo. La verdad me parece que hay que aceptar el paso del tiempo.

-Leí que tuviste una abuela que llegó a los 100 años. ¿Te asusta la vejez?

-Sí, noventa y nueve. Lo que me asusta es que no me alcance el tiempo para hacer todas las cosas que tengo planeado hacer. Son muchas cosas que tengo planeadas, a mi la vida me encanta. Y cien años son muy pocos para hacer todo eso.

-¿Pero no te asusta el cambio físico entonces?

– Me asusta si me deteriora y no me sirve el instrumento para llevarme a dónde quiero y lograrme lo que quiero. Pero ya voy a buscar la vuelta igual.

-¿Te sentís privilegiada con tu belleza?

-Siento que recibí un don, que agradezco a mi papá y mi mamá, pero también agradezco que me hayan enseñado a no hacer mi vida a partir de eso. No nos enseñaron a que sea algo importante. Yo soy muy agradecida con mi mamá y papá que me han educado, no por el colegio, sino porque me hicieron una persona educada y eso es mejor que saber hablar inglés, francés o jugar al tenis, o todo lo que te conté antes, lo que yo más agradezco es que hayan hecho una persona educada, buena y que valore las cosas más importantes de la vida.

Dijiste alguna vez, que no hacés nada que no te haga feliz. ¿Cómo  se mantiene eso?

-En el minuto a minuto. La vida es una conversación permanente con uno mismo: esto sí, esto no lo hago, no te conformés, no aceptés por descarte, esperá la oportunidad. En nuestra carrera artística son mucho más importantes los “no” que los “sí”. Eso me lo enseñó Francella. A mí me ofrecieron muchas cosas que dije que no y qué suerte que lo dije, porque después vino otra cosa mejor.

-¿En qué momento de tu vida estás hoy?

Estoy entrando en la madurez, que es cuando se sienten las cosas más claramente, con una capacidad que antes no tenía. Es una lindísima etapa de gran calidad.  Estar como sentada en la platea viendo tu vida en el escenario, te das cuenta quién es quién, con quién querés estar, con quién no, quiénes son tus amigos, qué son las cosas importantes y las que no valen la pena ni un minuto.

 

Revista 7 Días

Número 306

Edición: 2 de septiembre de 2012

 

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