“Si dejas de estudiar los dedos no te dan” Atilio Stampone

A sus 87 años, dirige la Orquesta Nacional de Dios Filiberto y es presidente de SADAIC. Pero,  siente que le falta mucho por hacer. Su relación con el tango, los nuevos proyectos, el estudio diario con partituras de Ravel. “Me agarró la locura por él”, confiesa.

gp-atilio stampone-100Por Susana Parejas Fotos: Gustavo Pascaner

“Te quedás corto. Como la cabeza va más ligero que los pensamientos, pienso que tengo que hacer más cosas. ¡Uhhh…! Me falta mucho para hacer”. A sus 87 años. Atilio Stampone, piensa que tiene que hacer más. Pareciera que no le alcanza mirar atrás y verse como director de las sinfónicas de Moscú, Italia, España, de la orquesta del Teatro Colón, “dos veces”. Esto ya sería suficiente para muchos, pero la lista no acaba aquí, también compuso la música de películas de culto del cine nacional. “La primera música de película que hice, porque hice muchas, fue para ‘Un guapo del 900’, con Alfredo Alcón. Y gané el premio de Cronistas Argentinos, ahí Alfredo se hizo famoso, en ese momento era muy joven. Estuvo como veinte semanas en cartel, fue un éxito tremendo”, recuerda el compositor sentado en su oficina de SADAIC, institución que preside. En esa lista de bandas para películas, también está “La historia oficial”. Tampoco le alcanza, saber que junto con otros músicos dio vida a la época de oro del tango. Y, que junto con su amigo Astor Piazzolla, cambiaron la forma de tocarlo.

-¿Qué cree que le aportó de nuevo al tango?

-Mucha de la fuerza de la música clásica, que no las inventé yo. Hay un compositor que me volvió y me vuelve loco, y no es Chopin que es el ideal para el piano, se llama Maurice Ravel, porque tiene otra armonía, otros acordes. Entonces ahora, la gente dice: ¿qué acorde es este que se inventó al tango?, son todas cosas que hizo Ravel.

-O sea, como dijo usted alguna vez, hay que “afanarle” a los que saben…

-Vas a afanar a un tipo que es mejor que vos, ¿qué querés afanar?

-¿Qué es el tango para usted?

-El tango es la expresión más importante que tiene, tuvo y tendrá Argentina. Si a nosotros nos conocen culturalmente, en música, a nivel mundial es por el tango. Lo comprobé personalmente, tuve la suerte de hacer toda la Unión Soviética, llegamos a la frontera con China, y siempre era “Argentina, tango”. La identificación de Argentina en el exterior es: tango.

 

Su relación con el piano es como un matrimonio indestructible Basta preguntarle si se le puede sacar la funda al que está allí, en un costado de su oficina en el segundo piso, para sacarle fotos. Atilio se sienta y empieza a tocar, nada de “acting”, nada puede parar a sus manos sobres las teclas negras y blancas. Una tras otra surgen las melodías.

En los tiempos que Atilio empezó a tocar en público, la calle Corrientes no es la que era ahora y no por una cuestión de ancho. “Era distinta de lo que es hoy, el tráfico venía al revés, venía del río y había una vía de tranvía en el medio”, recuerda. Ese tranvía le venía perfecto para llegar desde su casa, en el barrio de San Cristóbal, en Carlos Calvo entre Catamarca y Dean Funes hasta el célebre Café Marzotto.  Pero, la historia de Atilio con el piano empieza mucho antes de que se tomara el tranvía para ir a tocar. “Mi hermano tocaba el bandoneón y él fue que me dijo ‘que querés tocar’, y yo dije,‘el piano’. Porque me gustó. Tuve el mejor maestro Scaramuzza (Vicenzo). Vivía en la calle Lavalle, al lado de la comisaría, fue el maestro de todos los grandes pianistas de acá. Él me decía, ‘si usted toca tango para qué quiere aprender’”.

Cuando Atilio empezó a tocar en público todavía usaba pantalones cortos, tenía 14 años y aprovechaba los descansos entre orquesta y orquesta de las que tocaban en el Marzotto, “Media hora tocaban, media hora descansaban, eran cuatro salidas”. Allí se sentaba en el piano y tocaba música clásica. “Sabés quiénes eran los mejores clientes, los que trabajaban en el banco. Venían todos a las 3 de la tarde, yo empezaba a tocar ‘La polonesa’, una obra de Chopin, y me miraban y decían: ‘este de dónde salió’”. Cuando empezó a tocar con la típica de Piazzolla tenía 16 años, “Astor debía tener 8 o 9 años más que yo, Y fue en esa época que me puse los pantalones largos y después hubo que hacerse el traje de la orquesta, que se pagaba cada uno”.

-¿Desde muy chico que toca tangos, cómo ve a la nueva camada de tangueros?

-Hay una camada de gente joven muy importante y espero que esa gente joven aporte también las cosas como aportó Astor, como pude aportar yo, como aportó alguien que para mí era el modelo de pianista, Horacio Salgán.

¿Le gusta el tango electrónico?

-No, ni en broma.

-¿Le gustan las nuevas letras de tango?

-¿Los letristas de ahora se van a comparar o Homero Manzi, Discépolo, Eladia Blazquez? Mirá los genios que te nombré. Eladia era un talento bárbaro, en un día o dos me traía la letra, conmigo debe tener como diez tangos. Pero sí, siempre puede aparecer alguien.

-¿Qué le dejó tocar en lugares tan importantes?

-Como músico popular tuve satisfacciones que a lo mejor otros, con más talento, no la pudieron tener por suerte o por lo que sea,  Es muy difícil que en música de tango te encontrés con un tipo que dirigió la sinfónica de España, y otras. Pero, de la misma manera que toco en el Colón, toco en un boliche con un cuarteto. Porque hay gente que le gusta la música y va a los boliches y  tenés que tocar para esa gente. Y ahí a lo mejor hay tipos que tiene mejor oído de alguno que va al Colón.

-Usted me dice que muchos no tuvieron suerte, ¿cree que lo suyo fue algo de suerte nada más?

Me acompañó un poco la suerte, porque tuve la oportunidad. Te tiene que ayudar un poco la suerte, ahora, vos tenés que responder a eso.

 

 

Atilio tiene dos hijos. Hace poco vino de visitar a su hija que vive en Los Ángeles, y posiblemente antes de fin de año dirija la sinfónica de ese lugar, “qué más puedo pedir”.  El varón trabaja en computación y tiene una hija de 16. Los nietos, “cómo pasa el tiempo”,  que viven en Estados Unidos, tienen 20 años, son gemelos. “Uno toca piano y el otro la guitarra. En mayo vienen y se quedan 3 meses conmigo acá”. La familia se completaba con alguien que hoy no está, su mujer Lucía Marcó. “Murió en el ’98, tuve un gran compañera”, afirma Atilio. Como un ritual imposible de cortar, todo los domingos va a Chacarita, donde está su mujer, junto con las cenizas de su papá y mamá. “Yo necesito ir los domingos, necesito ir y hablar aunque no me contesten. La florista que está en la entrada ya me tiene preparado el ramo de claveles y gladiolos. Y cuando me voy de vacaciones la florista lleva las flores, no pueden faltar”. A Lucía la conoció en Radio El Mundo, donde ella trabajaba de locutora.

-¿Fue amor a primera vista?

-No sé ella, yo sí me enamoré cuando la vi, ella hacía un programa famoso, “Glostora Tango Club”.

-¿Le costo convencerla?

-Sí, pero nos casamos, tuvimos dos hijos, todo muy bien, y hoy hay tres nietos. Lástima que ella no los puede gozar.

-¿Le tiene miedo a la muerte?

-Le tengo miedo a la  muerte, pero qué vas a hacer, por más que le tengas miedo no la frenás.

-¿Cómo se siente en este tiempo?

-Tengo una agilidad al caminar que no la tiene gente de mi edad, viste la plaza Belgrano R, voy a caminar todas las mañanas. Le doy 15 vueltas a la plaza, trotando eh!, no corriendo, después me baño y empiezo a tocar piano. Estoy componiendo siempre, estudiando mucho, me agarro la locura de Ravel.

-¿Sigue estudiando sus partituras?

-Tengo que estudiar, por supuesto. Si dejas de estudiar los dedos no te dan.  Hoy no tocó los mismos acordes, que quiere decir notas simultáneas, como hace 20 años atrás, estoy muy influenciado por Ravel. Hubo un pianista que perdió una mano, la derecha, y el escribió “Concierto para la mano izquierda”, es dificilísimo.

-¿Y qué otro pianista de afuera le gusta?

Pianista de afuera, me gusta mucho el jazz Bill Evans, traté de copiarle los acordes de todo a Bill Evans.

-¿Y lo logró?

-Algo, sí (sonríe pícaro).

-¿Cómo se sintió cuando lo eligieron director de la Orquesta Nacional de Música Argentina «Juan de Dios Filiberto? 

-La Filiberto me importa, porque dónde consigo, dos flautas, dos clarinetes, dos oboes… dos trompetas, dos cornos, violines, primero, segundo, viola, chelo, contrabajo

Somos 50 músicos. Dónde lo conseguís.

-¿Y cómo hace para dirigir a esos 50 músicos?

-Escribo y escucho. Porque si el músico te mete la mula y se da cuenta que no te avivaste, perdiste. Y cuando viene un solo de oboe le tengo que dar entrada, me está mirando… entonces el tipo dice: “Este sabe de la partitura, la conoce”. En general el músico es mala leche, cualquier cosa puede pasar

-Si le dan a elegir, para quedar en la historia como un gran interprete de tango o un gran concertista de música clásica. ¿Qué elije?

-Elijo lo último.

-Se le van a enojar los tangueros…

-Esa es la verdad.

 

 

Conscripto de pelo largo

“Cuando estaba tocando con Piazzola, me tocó hacer el servicio militar. Siempre venía un coronel a escuchar a Astor.“Este se va a la colimba me quedo sin pianista”, le contó un día. Justo el tipo era coronel del 1 o 2 de Palermo y a mi me toca ir a Palermo. ‘Andá para tu casa no vengas más’, me dijo. Tenía el ‘lope’ largo, tenía mucho más pelo que ahora. Y yo a veces le llevaba una botella de whisky, pero iba de civil. Me decían en la puerta: ‘Joven, a quién viene a ver’,  ‘Al capitán Almada que era jefe de la división’. Y yo pensaba si este sabe que soy colimba voy en cana. Haciendo el servicio militar con la orquesta típica de Piazzola me fui dos veces al Uruguay. Y todo un verano estuvimos en Mar del Plata.”

El loco Astor

“El era más loco que yo, ¿vos sabés lo que era Astor? Terminaba de tocar y empezaba a tirar bombas rompeportones contra las paredes de los clubes. Yo lo admiré siempre, mucho. Pero, lo que pasaba es que Astor no se contenía. Por ejemplo, tocábamos en Radio El Mundo, teníamos la función a las 11 de la mañana y después tocábamos a las 2 de la tarde. Pero a la una, que es un horario central del mediodía, venía a tocar el príncipe Kalender, uno que venía de la Malasia. Y a Piazzolla le daba una bronca, porque el horario central de 1 a 1.30 era de Kalender, no Piazzolla, y lo insultaba en castellano, el otro no entendía nada. Yo le decía pará, dejálo a este hijo de…”.

 

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