«Argentina ya es un país mejor» Pablo Echarri

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Pablo Echarri vuelve al cine con un thriller y prepara el regreso a la TV junto con su mujer, Nancy Dupláa. Su rol como padre, su compromiso político y social y su lucha por los derechos de los actores. Fotos: Gustavo Pascaner

Pone el filtro en el papel, le echa tabaco, lo enrolla y lo prende. Le da una pitada. “Tengo que dejar de fumar”, dice Pablo Echarri con su voz rasgada. Aun con la contradicción que implica la acción y la palabra, se le cree que algún día, tal vez no dentro de mucho, deje de fumar. Está sentado en el primer piso de su productora a la que bautizo “El árbol”, quizás por eso de las raíces y los frutos. “Me hice productor, entre otras cosas, porque recibí cantidad de proyectos que se murieron por el solo hecho de no tener una correa fuerte con la que tirar. Y esta productora oficia un poco de esa soga que impulsa los proyectos”, reconoce el actor que vuelve a la pantalla grande el 11 de septiembre, protagonizando “Arrebato”, un policial de la directora  Sandra Gugliotta, en el que comparte cartel con Mónica Antonópolus y Leticia Bredice.  Pablo ya terminó su cigarrillo “sin tanta química”, la charla toma el rumbo, se mueve entre el pasado, los sueños, pero sobre todo en el hombre que es hoy.

-¿Estás atravesando un período de más serenidad?
 -Creo que cierta serenidad fue más patrimonio de los últimos años, los hijos… También algunos caminos ya transitados. Me sentía un tipo bastante más acelerado o, tal vez, podía ser presa del estrés cuando había cosas que no había logrado poder plasmar. Luego de que venía actuando hacía unos años, había como una necesidad de poder expresarme de otra forma, que tenía que ver con el rol de productor. Y ese lapso entre actuar y decidir producir plasmar una idea, fue un momento arduo de búsqueda pero que me dejó un tipo un poco más seguro, más tranquilo. Sentirse más seguro de uno mismo quita nervios, quita estrés.
-¿También manejás mejor la exposición?
 -En otro momento, tal vez, no llevaba  con la misma normalidad la exposición, pero los años hicieron que sea más objetivo respecto de ese regalo que había recibido. Yo me había querido dedicar a esto de actuar, a ese deseo profundo de expresarme y de poder vivir de esto, y la exposición es un poco consecuencia de esto, de la llegada a la gente.
-¿Por qué hablás de regalo recibido?
 -El “don” entre comillas, o el talento, o la capacidad para actuar lo sentí como un “regalo” como algo que venía dentro de mi ADN, previo a la construcción al desarrollo de eso. Después el trabajo fue consecuencia de eso.
-¿A qué edad descubriste que tenías ese ADN?
 -Yo lo descubrí bastante de grande, como a los 20, digo de grande porque hay muchos compañeros que empezaron mucho antes que yo. Pero hasta ese momento yo vivía en un barrio, en Villa Domínico, trabajaba en un negocio en Wilde, tenía más la intención de desarrollarme como comerciante. Había estudiado hasta un momento determinado, donde había dejado los últimos tramos de la secundaria. Los dejé porque no me sentía identificado con lo que estaba estudiando. Yo siempre pensé que iba a terminar con un oficio más de vendedor, que podía aspirar a ser dueño de un local, dos o tres. La inspiración venía por ese lado. Cuando empecé a estudiar teatro, a los 19 años, sentí como una vocación oculta que se manifestó en esas primeras clases. Sentía un enorme placer en eso que hacía.
-Alguna vez dijiste que tu desembarco como actor fue algo “fortuito”. ¿Por qué?
 -Te diría que casi el medio me encontró, la actuación me encontró a mí, no fueron muchas las veces que me mostré en una prueba o en algún casting, y en uno de esos pocos quedé en un papel hace más de de 20 años en Canal 9, y siempre fui aprovechando esos pasos de una forma bastante meticulosa. Hasta ahora tuve la suerte de que la necesidad acompañó mi deseo y pocas veces tuve que aceptar algo por necesidad. Siento que me he equivocado muy pocas veces.
-¿Qué te atrapó de la historia de “Arrebato”?
 – Había algo que estaba tejido con un interesante pulso de thriller, que es el tipo de películas que me gusta ver. Me parece que este género te instala en la posición completa del entretenimiento, más allá del conflicto personal y que pueda llegar a suceder en cualquier lado. El guión estaba bien hilado y no solamente me ofrecía un buen personaje sino también una historia truculenta, que tiene que ver con cómo la verdad depende de la boca del que te lo cuenta; cómo a veces las apariencias son una construcción entre lo que escucha y lo que ve, y que si se omite algún detalle la verdad está muy lejos de esa construcción o no. Hay muchas formas de vender esa realidad.
-El personaje de la película es un tipo obsesivo y celoso. ¿Cómo manejás tus celos?
 -Creo que los celos se dieron en los momentos en que estaba menos desarrollado y que los años me trajeron cierta evolución. El dejar etapas atrás y haber tenido ciertas experiencias hicieron que los celos sean un sentimiento bastante más manejable de lo que fueron en un primer momento, donde cualquier niño me cagaba la vida.
-Con Nancy ya llevan 7 años de casados, aunque ya te separaron mil veces…
 -Sí, eso es el trabajo de algunos medios, cada tanto lo hacen. Pero yo estoy en casa y me dedico a mi familia.
-¿Cocinás?
 -Bastante poco, digamos que soy un buen asistente, llegado el caso. Y hago de todo lo que haya que hacer dentro de la casa, lo que mi mujer me vaya marcando. Pero ocupo mucho tiempo en mi oficio, siento más que nunca que soy un padre que tiene el rol estricto de salir a parar la olla. No sólo con el trabajo de ser actor sino también con el de producir.
-Tu papá ya no está. ¿Qué sentís que te dejó?
 -Mi viejo me dejó una enseñanza muy profunda con respecto a la honestidad y a la hombría de bien, algo que no me lo enseñó con palabras sino con hechos. Ver a mi papá obrar de una forma muy determinada. Viendo qué lugar ocupaba él dentro del barrio, cómo lo querían sus amigos donde él tenía su parada de diarios en Dock Sud, cómo lo quería la gente que había disfrutado su compañía más de 35 años. Un diariero en un barrio así es un eslabón muy importante de la sociedad. Porque es el primero que llega a abrir el negocio a las 4 o 5 de la mañana, mi viejo ante cualquier necesidad cazaba el coche. Había muchas necesidades de chicos enfermos, algún accidente y él siempre estaba ahí. Y cuando había una injusticia el tipo tomaba partido. Entonces, hubo algo ahí que creo que entre mis características personales y lo que vi de él, me forjó.
-¿Qué te gustaría dejarle a tus hijos?
 -Básicamente lo mismo que me dejó él, sentir, más allá de las incapacidades que uno puede tener para relacionarse con sus padres, más en nuestra época, que la presencia constante de mi viejo en mi casa, que él estaba ahí, que estuvo desde el primer día hasta el último, que fue un sostén muy grande de mi vieja, que más allá de las parquedades, ese amor incondicional se veía, se notaba en cada acción de familia. Yo ahora quiero que mis hijos vean un padre que intenta modificarse para estar cerca de ellos, que intenta aprender para poder entenderlos más a ellos. Y quisiera disfrutar la vida de ellos de la forma más cerca posible.
Acciones e intenciones. El 27 de diciembre de 2006, unas 7.000 personas esperaban ansiosas ver el final de la tira de Telefé “Montecristo”. Pablo la había protagonizado. Entre los miles de asistentes estaban las Abuelas de Plaza de Mayo, hijos y nietos recuperados. La trama de la novela sirvió para triplicar las consultas de identidad que recibía la asociación y para facilitar la recuperación de un par de nietos.
-Cuando hiciste “Montecristo”,  conociste a Estela de Carlotto.  ¿Cómo viviste el encuentro de ella con su nieto? ¿La llamaste, le escribiste?
 -No le mandé nada, pero siempre está la posibilidad de encontrarme con ella personalmente. Porque después de experiencia de “Montecristo” quedó un vínculo de admiración y de amor. Nos hemos encontrado en algunos caminos de la vida, cada uno defiendo lo suyo. Y, específicamente, el encuentro con su nieto lo hemos vivido con una emoción muy profunda y una alegría nueva. Un sentimiento bastante desconocido hasta ahora. En el momento que hicimos la novela hubo una llegada más profunda a la población en general y esa posibilidad de encontrar a los nietos nos llenó de orgullo y de alegría. Con el nieto de Estela fue como emblemático. Ella es un símbolo de amor y de lucha y de carencia de odio, que haya podido cumplir su sueño realmente por quién es ella y por quién es en este país nos inundó de felicidad a todos, a la inmensa mayoría.
-Te molesta que te critiquen por ser confeso kirchnerista.  
 -No, para nada, no me molesta. Yo vivo este presente con ilusión y compromiso. Siento que es un momento para expresarse y cristalizar la forma de pensar de cada uno y cualquiera que sea esa forma de pensar abre un panorama inagotable para quien logre expresarse, sea la idea que fuere. Lo que rescato y yo le agradezco a Néstor Kirchner es que nos haya regalado ese despertar, después de tanto tiempo de indiferencia hacia la política, a través de su discurso y de los hechos. Más concretamente, en mi caso me despertó la vocación de expresarme y de militancia, en la medida que cada uno lo hace.
-¿Y cómo vivís este presente de antinomias?
 -Yo lo tomo como ideas opuestas ideológicamente, pero no lo tomo como un enfrentamiento en base a la enemistad. Creo que esas ideas, hoy por hoy, matan un circo que divide, porque hay crímenes que no se saldaron, que se están saldando. Creo que los hechos más importantes, sobre todo en estos últimos años de gobierno y en los comienzos de la era de Néstor Kirchner, tiene que ver con mirar a la cara a los crímenes de la década del ’70 y empezar a saldarlos. Entonces yo creo que esa enemistad, o esa separación, tal vez  ese enfrentamiento, se irá acallando en la medida que la justicia llegue. Después, me parece una discusión muy sana y reveladora que marca posiciones y que en definitiva lo que se termine acordando entre los pensamientos que convivan en la idea política argentina va a ser que definitivamente llegue nuestro bienestar. Yo discuto, no me enojo.
-¿Y cómo ves al país hoy?
 -Argentina ya es un país mejor y con las decisiones que ha tomado, sobre todo en estos últimos años, considero que está en la antesala de ser un gran país. Me parece que la fortaleza con que se negocian los intereses internos y la necesidad concreta de incluir al resto de la población, y en eso me incluyo, porque como actor estuvimos 73 años sin derecho de propiedad intelectual, como actor tal vez fui parte de un sector postergado que no fue mirado a la cara y a través de la política de gobierno de estos últimos años pudimos ajustar algunos derechos.
-¿Esa lucha la llevás con otros actores dentro de SAGAI (Sociedad Argentina de Actores e Intérpretes)?
 -El colectivo de actores es un colectivo muy golpeado con un porcentaje altísimo de desocupación, casi del 90 por ciento. El porcentaje de actores es enorme y los que trabajan son un porcentaje muy menor. Es un colectivo diezmado que no necesita solamente ayuda económica, o una ayuda concreta, como puede ser la ley de derecho intelectual para poder ser beneficiario. A través del SAGAI se le da mucha ayuda, no solamente asistencia, sino formación y también otorga trabajo a un montón de compañeros que no se les activa el oficio.
-¿Cuesta generar una unión en un oficio tan individualista como lo es el de un actor?
-Vivimos un momento histórico para unirnos. Pepe (Soriano) es nuestro presidente y sigue trabajando con la misma fuerza y, de alguna forma, es nuestro faro, sobre todo por el enorme ejemplo de honestidad que representa para nosotros. Me terminé de dar cuenta cuando pasa el tiempo que un oficio tan individualista como es el del actor en algún momento te despierta las ganas de trabajar por algo más que eso, que es lo de conseguir tu propio trabajo, tu propio camarín, tu propio taller. Los actores generalmente negocian sus propias condiciones de forma muy individual más allá de estar regido por su propio sindicato, entonces la idea de trabajar colectivamente nos da mucha ilusión. No sé si hubo una intención mía de toda la vida de querer involucrarme en la política social del colectivo de actores, pero cuando lo hice me enamoré de esa actividad.
-¿Te gustaría meterte en política partidaria?
 -No, no.
-¿Te lo propusieron?
 -No, nunca hubo una propuesta concreta. Debe tener que ver con lo que yo debo transmitir, con mi necesidad de ubicarme en un lugar de fortaleza con respecto a eso. Porque transformarme en un funcionario sería algo que tocaría demasiado sensiblemente lo que he construido hasta ahora, entonces puedo seguir construyendo desde este espacio social sin necesidad de ser un funcionario estatal. Más allá de que el hecho de ocupar ese espacio te da la posibilidad de hacer algo más grande. Pero, soy consciente de mis limitaciones y me interesan más otras cosas.
El hombre que es. Volver al barrio de la manera como lo hacía antes, cuando se paraba con sus amigos en la esquina de Puerto de Palos y Rivadavia, ya no existe. “Porque todos tienen una vida complicada como la mía, vida de adultos con hijos y demás. Pero sí  existe este encanto y este cariño por estos amigos que veo muy seguido, y me comunico con las posibilidades que tenemos hoy con el chat, internet”, aclara Pablo.
 Hay dos cosas que quedaron de Villa Domínico, donde se crío, la pandilla o la “barrita” y el amor por el “Rojo”.  Cuando vuelve a reunirse con los pibes del barrio, vuelve a recordar esos tiempos. A Independiente lo sigue de toda la vida, desde que iba de muy chico a la cancha con sus viejos. “Los chicos me salieron de Independiente, todavía no los llevé a la cancha. Los tengo que llevar. Siempre tengo el deseo de volver a ser ese hincha que disfrutaba de los domingos, pero estoy esperando que Julián sea un poco más grande”, revela. Morena, su primera hija con Nancy, tiene 11 años y Julián, 4. También forma la familia Luca, hijo de su mujer, de 14.
 A veces la ficción se convierte en realidad, o viceversa, pero en los últimos meses Pablo estuvo filmando la película de Juan Taratuto, basada en la novela “Papeles en el viento”, de otro ferviente hincha del rojo, Eduardo Sacheri. Cuatro amigos, cuatro hinchas de Independiente. “Más allá del esquema futbolístico de la novela, o en este caso de la película, es una excusa para contar una historia de amor entre amigos, esa amistad que empezaban desde muy chicos y que a los 40  y pico de años hay tantas diferencias y uno cree que las cosas siguen igual y no es así para muchos”.
-¿Sos de tener muchos amigos?
 -Yo tengo un gran amigo que es Marcos, que me hice amigo de él cuando empecé a trabajar. Y tengo varios grupos de amigos, los pibes de la esquina no se mezclan con mi amigo Marcos, se conocen pero no se ven. Hay cosas que yo rescato de uno y de otros que me completan, no hay un grupo de amigos que sigamos todos haciendo lo mismo de siempre.
-¿Y cómo te reunís con los pibes del barrio?
 -El otro día tuvimos un asado en casa y nos estuvimos riendo hasta las 4 de la mañana y siempre de las mismas estupideces, siempre repitiendo las mismas anécdotas. Pero uno en su era adulta toma lo mejor de cada una de las relaciones que tiene y trata de construir algo nuevo con estos hombres que somos ahora.
-¿Y estás contento con el hombre que sos hoy?
 -Sí, muy contento. Creo que fui construyendo muy fielmente a mi deseo, me fui cruzando con la mejor gente que me podía cruzar, sobre todo mi esposa. Hubo algo en esa construcción familiar que hoy me da mi porción más grande de felicidad. Una construcción que necesita de una dedicación y un compromiso muy profundo. Pero yo creo que, más allá de lo que uno encuentra y cómo se dan esas uniones, la gente importante de mi vida fue apareciendo porque también me necesitaban a mí. Entonces lo tomo como una hermosa unión que me regaló el solamente vivir. Yo fui a buscar lo mío, pero mucho de lo que he logrado lo he tomado como un regalo del cielo.
Entre el Trece y Telefé
 «Con Adrián (Suar) siempre tenemos un contacto muy grato, y siempre hay interés de trabajar. Primero con Nancy, porque sabe de la capacidad de ella y lo que puede dar. Pero este camino de productor hizo tener cierto respeto de él a cómo realizamos las cosas, entonces siempre hay posibilidades, hay una puerta abierta. Con Telefé siento que ha sido mi casa, he desarrollado los trabajos más recordados por mí y para la gente también: ‘Montecristo’, ‘El elegido’. Hay un contacto muy estrecho con ellos.»
Las canas le sientan bien
 “La posibilidad de que las canas se mantengan a raya es algo que siempre está en la idea de la mayoría de los hombres. Sobre todo porque más allá de lo lindas que pueden quedar son sinónimo de edad, a nadie le vienen canas cuando es demasiado joven, salvo algunos casos. Pero me parece un viaje de ida teñirse, es la muestra concreta de tener que sostener algo insostenible. Una cosa es la tintura hecha al día, y otra cosa es cuando pasan dos semanas. Las canas tienen que ver con esa aceptación del paso del tiempo, así estaba preparado para los papeles que iban a venir, y no para contar historias de hombres más jóvenes que yo. Entonces, las canas me ayudaron a ubicarme en el tiempo biológico que siento dentro de mí.”
 Nota de tapa Revista 7DÍAS 30/08/2014