Aysén, la tierra del bosque siempre verde

Foto: Susana Parejas

Foto: Susana Parejas

Una verdadera reserva de vida en la Patagonia chilena, con una vegetación exuberante, glaciares, fiordos y aguas termales. Ochocientos kilómetros de la Carretera Austral para descubrir un paisaje natural que todavía conserva su encanto virginal, a pesar de la depredación que sufrió por la mano del hombre.

Por Susana Parejas
La mirada se pierde sobre las montañas que rodean el camino. El pasado y el presente están ahí. Parece imposible. Pero no lo es. El tiempo en que el hombre quemó el bosque para colonizar la tierra quedó convertido en dramáticas formas de troncos grises desperdigados por el paisaje. En esos años, la década del 20, había que “hacer patria” y para eso regalaban las tierras, 80 hectáreas por matrimonio, más 50 por cada hijo. La forma más rápida de desforestar este bosque tan tupido fue incendiarlo, y así millones de hectáreas ardieron durante 30 años. Esos troncos quemados guardan la memoria de las primeras épocas de un territorio virgen. La vista conmueve. Los cementerios de los antiguos árboles se van sucediendo a lo largo de la ruta, pero por suerte no todo fue devorado por el fuego. El presente estalla en mil formas de verdes. Otros cientos de árboles sobrevivieron para dar cuenta de la naturaleza que pudo resistir la depredación del hombre.
La región de Aysén (también se puede escribir Aisén) concentra en 5 millones de hectáreas el 38,5% de todos los bosques de Chile. La superficie total de bosque templado lluvioso en Chile representa la mitad de todo lo que queda de este tipo de bosques en el mundo, y solamente el 0,9% de todos los bosques que quedan en el planeta. No cabe duda que Aysén es un tesoro ecológico, es por esto que 51,5% de su territorio se protegió con la creación de parques, reservas nacionales y monumentos naturales. La naturaleza hoy no tiene que temer que la desforestación vuelva a sacarle su alma verde.
Los navegantes llamaban a esta región, la del “Fin de los hielos” (Ice End), la deformación de este nombre llevó al actual. Aysén del General Carlos Ibañez del Campo, tal como es completo, nace como territorio en 1928, como provincia en 1933 y como región en 1974. Es la XI de Chile y se abre a lo largo de 800 kilómetros de los 1240 que tiene la Carretera Austral (Ruta 7). Este camino se construyó en los ’70, su función es unir y comunicar por el continente la región de Aysén con las provincias de Llanquihue, Palena y el resto del país. Se divide en cinco tramos de norte a sur: Puerto Montt – Chaitén – La Junta – Cochrane – Villa O’Higgins.
La camioneta recorre esta ruta que por momentos es urbana y, por otros, rural. En gran parte “siempre verdes” de exuberante vegetación, coigües, tepas, cipreses, arrayanes y enormes helechos asoman entre montañas nevadas, acantilados, ríos y cascadas. Y de pronto a la vuelta de alguna curva aparecen los fiordos, el mar que se mete misterioso entre la tierra verde. En primavera las flores de los lupinos, o “chochos” como les llaman aquí, irrumpen en los costados del camino. En estos lares, sus flores cumplen la misma función del arroz que se arroja en las bodas. Una lluvia de flores violetas que auguran felicidad por siempre. Así se siente Aysén.
Puntos de arranque. Desde el aeropuerto de Balmaceda, la puerta de entrada por vía aérea de la región, se llega en 45 minutos a la capital Coyhaique, con poco más de 50 mil habitantes y unas 100 camas de alojamiento. Muchos viajeros usan esta ciudad como centro operativo para visitar la sección norte de la carretera Austral, por su cercanía a los puntos de interés. Pero, también se puede tomar hacia La Junta, “el pueblo del encuentro”, a unos 266 kilómetros de Coyhaique. Una buena parada para descansar, aprovechar los ríos de la región para pesca con mosca, o simplemente deleitarse con los platos regionales. La junta cuenta con una ubicación privilegiada, que lo ha convertido en el corazón de la Cuenca del Palena-Queulat, el punto de conexión entre las localidades de Puerto Raúl Martín Balmaceda, Lago Verde y Puyuhuapi.
Este lado (norte) de la carretera, no tiene todos los glaciares que la pueblan por el sur. Pero sí hay uno que cobra protagonismo, no por ser el único sino por colgar a metros de alturas sobre las aguas verdes de la laguna Los Témpanos, es el Ventisquero Colgante. Hace miles de años llegaba al mar, pero hoy el calentamiento global lo retiró unos 7.800 metros de la orilla. Desde el centro interpretativo del parque Queulat -“sonido de cascadas” como lo bautizaron los aborígenes chonos-, luego de atravesar un puente colgante y caminar unos 20 minutos, aparece imponente entre dos montañas. Los hielos cuelgan en formas caprichosas, y dos cascadas vierten sus aguas desde unos 300 metros de altura. Una increíble postal que la cámara guarda para siempre.
El parque posee una superficie de 154.093 hectáreas y está ubicado en el kilómetro 200 de la Carretera Austral, a 20 kilómetros al sur de Puyuhuapi y a 35 de La Junta. La entrada cuesta unos 6 dólares. Otros de sus atractivos es el Bosque Encantado, un sendero de 1.700 metros, de dificultad media. El ruido del agua que corre entre las rocas, las enormes hojas comestibles de las nalcas, y los líquenes que tapizan todo de un verde intenso, casi fluo, confluyen para que sea la escenografía perfecta para filmar una película de hadas y gnomos.
Entre fiordos y aguas termales. Luego de salir del Parque Queulat, mapa en mano la decisión lleva a Puyuhuapi. Al fondo del fiordo homónimo, se ve el pueblo fundado en 1935, de sólo 500 habitantes, donde todavía se hace la pesca artesanal de la merluza austral con espineles. Un puñado de casas bajas se dispersa en forma irregular. Úrsula es alemana, tal la nacionalidad de los primeros pobladores, y vive aquí desde hace 54 años, tiene la Hostería Alemana, que alguna vez funcionó sólo como su casa, varias habitaciones en los dos pisos, y un lugar sagrado y ajeno a las visitas: “la cocina”, donde ella misma prepara los platos para degustar, como el küchen, el apfelstrudel y la mermelada de ruibarbo. A pocos metros, otra mujer tiene un emprendimiento turístico. Verónica Gallardo es chilena, pero no nació en este lugar, lo eligió para vivir, y posee el complejo de cabañas Aonikenk, nombre que se adjudicaba a los tehuelches. También ofrece comida casera en su restaurante. Las dos preguntan: ¿ya fue a la fábrica de alfombras artesanales? Los pobladores están orgullosos de su valuarte y la visita a este lugar es una cita obligada.
No se puede dejar Puyuhuapi sin bañarse en las aguas termales que abundan en esta parte de la región. Hay dos posibilidades de disfrutarlas. Allí al costado de carretera a la orilla del fiordo aparecen las Termas del Ventisquero. Un complejo con 4 piscinas al aire libre, con temperaturas entre 35 y 44 grados ideales para tomar un baño con vista al mar y las montañas. Cuenta con un restaurante, vestidores y servicio de toalla. La entrada ronda los 30 dólares.
A la otra opción sólo se accede por mar. Es un viaje de 10 minutos desde el embarcadero en el sector del río Unión. Enclavado en la Bahía Dorita, aparece el exclusivo lodge y spa Termas de Puyuhuapi. Su construcción realizada en maderas de la zona combina a la perfección con el entorno boscoso. Cuenta con un spa con piscinas climatizadas, jacuzzi, y por supuesto una variada gama de tratamientos. Junto al mar, con una vista privilegiada a la bahía de aguas calmas, hay tres piscinas con aguas termales al aire libre. El humo que ondula sobre las aguas da motivos para sumergirse aún con temperaturas bajas. Y mucho mejor de noche, que es cuando las estrellas parecen casi tocarse con las manos.

Chamamé, mate y tortafritas
Cuando se escucha un chamamé, no se entiende muy bien cómo una música tan típica del litoral argentino llegó a esta tierra tan austral. Mate, tortafritas y truco terminan de confundir. No son cosas que hacen a la idiosincrasia chilena, pero sí están muy arraigadas en este lado del país. La explicación no tarda en llegar, muchos de los antiguos pobladores eran chilenos que habían vivido en Argentina, y que luego de unos años decidieron regresar a su tierra natal. Estas costumbres heredadas del otro lado de la cordillera se quedaron para siempre en Aysén. Las tortafritas, además de acompañar el mate, se comen en las comidas. Una delicia que el chileno bautizó como “sopapilla”.

Dónde parar
En La junta. Espacio y tiempo es un acogedor hotel de montaña. Cuenta con 9 habitaciones, con WiFi y televisor. El comedor ofrece comidas regionales como ciervo, salmón, puyes o liebres, y una barra donde no falta el típico pisco. Hay para realizar salidas de pesca con mosca, cabalgatas, trekking o flotación del río Palena en las “catanoas”. (Carretera Austral s/n, (56) (67) 314141, http://www.espacioytiempo.cl)
En Puyuhuapi. Lodge y spa Termas de Puyuhuapi. Posee unas 25 habitaciones, tanto con vista al mar como al bosque. También se puede ir por el día y hacer uso de las instalaciones y las excursiones tanto trekking como navegación en kayac, o en barco, que ofrecen en el lugar (www.patagonia-conection.com). Las Cabañas Aonikenk (Hamburgo 16, (56) (67) 325208) son una opción para alojarse en el pueblo, cuentan con capacidad para 4 o 6 personas. El Pangue Lodge, Carretera Austral Km 240, Rivera Norte es un lodge de montaña con 8 habitaciones y cabañas dispersas en un enorme parque, tiene pileta climatizada al aire libre, comedor, se pueden realizar trekking, salidas de pesca y ecoturismo. (www.elpanguelodge.com)
En Coyhaique. Patagonia House es un exclusivo bed & breakfast de tres pisos, con cuatro habitaciones, un amplio living y cocina que hacen sentir como en el propio hogar. Desde aquí se pueden tomar safarís fotográficos con guías experimentados de la región. (www.patagonia-house.com) Desde 130 dólares la habitación doble.
Más info: Oficina de turismo en Coyhaique  (56 – 67) 240290, http://www.recorreaysen.cl

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